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A solas con Schumann en el Alhambra Palace

En el Alhambra Palace ya no hay cafés-concierto, solo conciertos a secas. Lo demuestra la deliciosa velada romántica de ayer, a cargo de un espléndido tenor y un pianista eficaz, sobre la apuesta segura de un programa Schumann, romántico con mayúsculas, poco frecuentado en los programas del Festival en los últimos años y que vuelve gracias al eclecticismo que domina esta 62 edición de la muestra musical. Pero Schumann no decepciona casi nunca, y menos si hablamos de dos de sus más famosos ciclos de lieder, Liederkreis, op. 39 y Dichterliebe (Am or de poeta), op. 48. José Pizarro y David Aijón estuvieron a la altura del programa interpretado, sobre todo en la segunda parte del concierto, y cosecharon el aplauso del respetable, un público maduro y, en el mejor sentido de la palabra, popular, gracias a los precios de estos conciertos vespertinos con que el Festival reorganiza su programación. También entre el público algún invitado famoso, como el pianista Javier Perianes, que aplaudió con ganas la actuación.

Pizarro demostró un gran dominio del repertorio interpretado, con un excelente fraseo muy apoyado en el precioso timbre de su voz, con el grado justo de dramatización que piden estas canciones de encantadora ingenuidad argumental, aunque a veces sonó algo ahogado en los graves, lo que se entiende por su registro de tenor en unos ciclos que habitualmente interpretan los barítonos. El pianista, y también compositor, Aijón no lo tuvo fácil con un instrumento avejentado, de sonoridad algo roñosa y apagada, y aún así salió con éxito del embate. Buen concierto aunque, llaménme exigente, le faltó ese gramo de pasión y locura romántica que lo hubiera hecho inolvidable. Mantener todo el concierto encendidas las luces de la sala tampoco ayudó a la concentración artística que programa e intérpretes exigían.

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