Tomatito y su hijo despliegan su flamenco en la Bienal de Granada
El guitarrista almeriense recordó sus veladas junto a Camarón y Morente en un homenaje a la herencia flamenca de Granada
Tomatito: “El flamenco, como el jazz, es la música del dolor de un pueblo"
En el patio de la Abadía de Sacromonte y bajo el cielo abierto, el legendario guitarrista almeriense Tomatito desplegó todo su arte en el marco de la Bienal de Flamenco de Granada. Rodeado de un grupo de músicos excepcionales que contribuyeron a hacer la velada inolvidable, su hijo José del Tomate como segunda guitarra, los cantaores Morenito de Íllora, Kiki Cortiñas, y Joni Cortés en la percusión, todos ellos acompañaron cada nota y cada compás con maestría.
Tomatito se encontraba de un humor excelente: sonreía constantemente y bromeaba con el público. Tras un arranque intenso y cargado de emoción, con un toque inicial que atrapó desde la primera nota, el maestro tomó la palabra para dirigirse al público con gratitud. "Estoy muy feliz de volver a Granada, esta ciudad es una maravilla, siempre lo he pasado muy bien aquí. Recuerdo cuando veníamos a Granada con Camarón, cómo íbamos a la casa de Enrique Morente... pasamos buenos ratos aquí. Cuando vengo aquí, vengo con una ilusión enorme", recordó.
Sus palabras no fueron solo un saludo inicial del concierto, sino también un puente entre generaciones. Al evocar a Camarón y a Morente, dos figuras esenciales en la historia del flamenco, Tomatito recordó la memoria de quienes marcaron una época y situó su concierto dentro de esa misma tradición viva. El público recibió la mención con una mezcla de nostalgia y orgullo. Para muchos, el recuerdo de aquellos nombres resonó como un homenaje a la herencia flamenca de Granada, reforzando la idea de que el presente del arte nunca se separa de su pasado.
El lugar elegido contribuyó a intensificar esa sensación. Sacromonte, barrio cargado de historia y cuna de tantas formas de cante y baile, se convirtió en un escenario natural donde la memoria del flamenco parecía palpitar en cada rincón. La unión entre espacio, música y evocación generó una atmósfera difícil de repetir.
Y, continuando con la nostalgia, Tomatito interpretó junto a su hijo, en formato de dúo de guitarras, una de las composiciones “que mi niño y yo grabamos en el camino y queremos dedicárselo a uno de los mejores de la historia, que es Paco de Lucía”.
El ambiente fue íntimo y solemne a la vez. Las paredes del monasterio, testigo de siglos de historia, multiplicaban la fuerza de cada acorde y convertían la velada en un viaje musical que unía memoria y presente. El público, entregado y expectante, acompañó en silencio cada matiz, consciente de estar viviendo un momento irrepetible.
De padre a hijo
Tomatito habló con emoción de su hijo José de Tomate, que ha seguido los pasos de su padre y suele acompañarlo como segunda guitarra en muchos de sus conciertos, también en esta ocasión dentro del Bienal del Flamenco de Granada. Con respeto y orgullo, el músico compartió con el público que después de cinco niñas "Dios me da mi hijo José del Tomate, y encima de todo él toca la guitarra. Pero las niñas se lo cargan, les achucho y las cinco les digo: Vámonos y se lo cargan eh él se está haciendo el sordo y eso", comentó Tomatito.
Durante la velada, José de Tomate (José Fernández Torres) interpretó una zambra con soltura y personalidad. Antes de darle paso, Tomatito había anunciado: “ahora tocará mi hijo, y veremos cómo lo valoráis”. Al terminar él solo, el público estalló en aplausos, en un gesto de reconocimiento y aceptación. El padre, visiblemente emocionado, se acercó a su hijo, le estrechó la mano y lo abrazó con orgullo, sellando así un momento que unió música, tradición y herencia familiar.
A pesar de tener solo 27 años, el joven guitarrista avanza con paso firme en su carrera dentro del flamenco y se presenta con frecuencia en distintos escenarios. Se le ha visto acompañando, por ejemplo, a David Bisbal, Lola Indigo y a Israel Fernández. Al mismo tiempo, continúa desarrollándose como guitarrista flamenco y ya trabaja en sus propias grabaciones.
Cierre por todo lo alto
El público no quiso aceptar el final del concierto y, entre palmas, vítores y los gritos “olé” y “otra”, pidió con insistencia que los músicos regresaran al escenario. Curiosamente, algunos espectadores ya habían comenzado a levantarse y marcharse cuando Tomatito se despidió por primera vez. Sin embargo, ante la insistencia de la mayoría, muchos regresaron a sus asientos para no perderse el cierre, que se convirtió en un auténtico broche de oro de la noche.
Las palmas resonaron sin descanso hasta que Tomatito, acompañado de su grupo, volvió a salir. En ese momento invitó a la cantaora Marina Heredia a unirse, y juntos interpretaron la última composición de despedida bajo una lluvia de aplausos.
El único momento que rompió un poco la armonía del concierto ocurrió durante los primeros 25 minutos, cuando algunos asistentes llegaron con retraso y tuvieron que buscar sus asientos mientras la música ya había comenzado. Esto generó cierto movimiento y ruido que, aunque comprensible, afectó momentáneamente la concentración de los presentes y de los músicos.
Sin embargo, una vez que todos se acomodaron, la atención del público se volvió absoluta. Durante el resto del concierto se mantuvo un silencio total, y la audiencia pudo disfrutar plenamente de la guitarra de Tomatito y de las voces de sus cantaores, que acompañaban con expresividad cada interpretación y ofrecían una experiencia única de flamenco en vivo.
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