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Una utopía convertida en pura quimera

'Utopía'. Lugar: Auditorio del Generalife. Fecha: 2 de julio de 2012. Lugar: lleno.

Tuvimos que esperar hasta las alegrías para ver un baile flamenco estructurado en la obra Utopía de María Pagés, si bien en la farruca se describieron retazos, imposibles de no identificar con el mismo baile que interpretara Joaquín Cortés en la película Flamenco de Carlos Saura, sobre todo en la propuesta Chelo-baile, y en algunas intenciones.

El ser humano es un ser de lejanías, de utopías, escribía el existencialista nazi Heidegger, a quien Juan Carlos Rodríguez nos ha enseñado a leer. Utopía está basado en la inspiración que produce a María Pagés la obra de Oscar Niemeyer, el centenario arquitecto brasileño que la cautivó en cierta ocasión. Así, geometría y danza se dan la mano en una entrega sobria en cuanto a lo escénico, muy bien trabajada en el cuadro de baile, que debemos destacar y resaltar como lo mejor de la noche, y que presenta ciertos altibajos que nos resultan complicados de encajar.

Muy difícil para el que ejerce la crítica flamenca describir cómo suenan los pies de una bailaora, cuando no sonaron en toda la noche, y no por ella, si no por los múltiples problemas técnicos que encontramos. De entrada, siempre hemos dicho que el recinto del Generalife, aunque inmensamente bello, es igualmente complicado en lo técnico, hasta tal punto que nos resulta casi imposible recordar un espectáculo que no perdiera fuerza en la inmensidad de esas tablas, abiertas a un cielo estrellado y la luna llena. Tampoco podemos recordar un espectáculo de sonido impecable, como ocurrió el pasado lunes con Utopía, en el que, especialmente, las voces de los cantaores sonaron a lata, absolutamente saturadas en los altos, empañando la escucha y el resultado de la obra.

Toná, debla utilizada en dos ocasiones, granaínas rematadas con rondeñas (miméticamente extraídas en lo musical del disco Morente-Sabicas), unas letras que no pudimos apreciar por los problemas técnicos en las voces pero que a veces daban la impresión de no estar bien encajadas, soleá, trilla, bulerías y un tema que coreaba todo el grupo junto al cantante brasileño en ritmo de 4 x 4, que fue lo más aplaudido de la noche. María Pagés es grande en expresión corporal, utiliza todo el cuerpo con resultados de una plasticidad y sensualidad irrefutables, empero, nos resultó algo floja en los bailes por derecho, que es lo que, en nuestro papel de críticos, debemos juzgar. Le faltaba definición, brío, garra, le sobraba efectismo. La guitarra de Rubén Lebaniegos tuvo un par de momentos brillantes (especialmente en la granaína) y a resaltar igualmente el juego de brazos, emulando un vuelo, con el que la bailaora culmina su espectáculo.

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