Un viaje al corazón de las raíces andaluzas del baile
El Teatro Alhambra acoge hoy el estreno del nuevo montaje de Rubén Olmo donde homenajea la danza popular y el flamenco a través de una historia de amor
"Pensando al amor cazar, yo me hice cazador, y a mí cazóme el amor. Entré muy descuidado en el monte de Cupido, por ver si había venado y hallé un ciervo escondido: muy a paso sin ruido arrojéle un pasador, y a mí cazóme el amor. Desque herido le vi empecé a correr tras él, y corriendo me perdí por una sierra cruel; pero al fin vi un vergel, que sois vos, lleno de flor, y allí cazóme el amor". Con este romance castellano se podría describir lo que siente el protagonista de Andanzas al conocer a la que será su futura esposa. El nuevo espectáculo de danza de Rubén Olmo ahonda en el amor más puro, "blanco y naif, el primero, ese en el que no hay maldad", describe el coreográfo sevillano; en las historias amorosas que se cuentan en los poemas narrativos escritos hace siglos; en el sentir andaluz y su manera de celebrar y vivir la vida. Pero ante todo Andanzas es un viaje al corazón de las raíces andaluzas del baile.
Olmo habla sobre el nuevo montaje muy entusiasmado, tanto que las palabras parecen, por momentos, quedarse cortas. "En él contamos cómo dos familias del mismo pueblo casan a sus dos jóvenes, por amor evidentemente, y organizan una gran fiesta, a su vez una gran fiesta de la danza popular y el flamenco nacido en esta tierra", resume el artista, que reflexiona al momento sobre estos bailes que los alumnos de danza española y baile flamenco del Conservatorio Profesional de Danza Reina Sofía de Granada llevarán a cabo junto con los de danza contemporánea, encargados de llevar al escenario la nueva creación de José Agudo. "Estamos tan poco acostumbrados hoy día a ver esas danzas populares sobre un escenario que al público le resultará hasta más modernas. O sea, más modernas incluso que las cosas que se hacen en la actualidad. Hay siempre que mirar hacia atrás, hacia nuestro legado, para dar un paso hacia delante", señala. Andanzas recupera el patrimonio que a veces olvidamos e ignoramos: "esa esencia tan nuestra" que sale cuando uno baila un fadango de Huelva con unos panderos de fondo sonando, o un verdial estilo montés de Málaga.
A la hora de crear este espectáculo, Olmo se ha empapado de esta tradición leyendo romances y letras populares andaluzas. También le ha acompañado en el "viaje" la música de Vicente Amigo, "un grande de la guitarra en España, un ser maravilloso", en palabras del bailarín. "Sus canciones son la banda sonora de Andanzas. El hilo conductor de esta pieza es el prólogo de Tierra, una maravilla de principio a fin", explica el artista que dice inspirarse mucho sobre todo con "una gran partitura entre las manos" porque es "muy musical".
El guitarrista sevillano, ganador de un Grammy en 2001, se fue a grabar Tierra a Londres con músicos de Dire Straits, de Mark Knopfler y de Capercaillie, para "ofrecer un álbum arriesgado, en el que el flamenco conecta de manera natural con músicas de otras raíces, abriendo caminos sin perder hondura, manteniendo la inspiración sureña envuelta en sonidos celtas, enlazando luz y bruma, creando algo nuevo", se lee en la web de Amigo.
Cuando se le pregunta a Olmo por las nuevas generaciones de bailarines, no duda en hablar de "que lo tienen más difícil debido a este mercado español con pocas oportunidades y precario". Con Andanzas en concreto, señala, "es un reto muy interesante" para los alumnos del Reina Sofía. "Antes de romper los moldes hay que guardar la esencia, comprender de donde venimos.Que primero sepan bailar lo nuestro y luego rompan de cualquier manera. Que pasen por los raíces", aconseja este bailarín que bromea sobre su trayectoria, en la que ha tenido "el privilegio" de ganar el Premio Nacional de Danza en 2015: "He tirado muchas toallas para coger otras".
Licenciado en danza española y clásica por el Conservatorio de Sevilla, donde ingresó con nueve años, el sevillano es en la actualidad un emergente coreógrafo y director de la danza española. Como bailarín ya tiene una amplia trayectoria, cultivada en importantes agrupaciones de esta disciplina de nuestro país. Figuran en sus inicios, el primer Taller Coreográfico de la Compañía Andaluza de Danza, dirigida entonces por María Pagés, y donde ingresó Olmo con catorce años, y la compañía de Javier Barón. A los 18 años cogió la maleta rumbo Madrid para probar suerte en el Ballet Nacional de España, en la que fue solista sólo un año después de su llegada. Durante su carrera, cuenta, nunca se ha sentido discriminado por su condición de homosexual aunque sí que ha habido "alguna mirada" que le ha afectado. Olmo también reflexiona sobre la masculinidad-"Un hombre en mallas puede resultar muy femenino o muy masculino y sensual" y cree que "uno es más hombres ofreciendo y recibiendo respeto".
Aquel niño que se crió en las Tres Mil Viviendas, "un barrio marginal pero tremendamente humano", dice que encontró su camino al ver a Antonio Gades y a Cristina Hoyos en Carmen, de Carlos Saura. "Estaban echando la película y la vi de pequeño. Yo me dije: "De mayor quiero ser así". Me impactó. Es una película tan bonica, tan limpia, tan pura, tan bien hecha. Al final acabé poniéndomela todos los días cuatro veces lo menos", relata. Olmo rebusca en sus orígenes, revuelve sus adentros, vuelve a ser aquel niño que se dejó engatusar por el flamenco, para crear un espectáculo donde se viaja a las raíces andaluzas del baile.
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