Arte

Palomitas contra la barbarie: así es la 'performance' del granadino Omar Jerez para denunciar la guerra de Ucrania

Performance 'Vyshyvanka o barbarie'.

En septiembre de 1939, durante la invasión nazi de Polonia, la radio de Varsovia emite los Nocturnos de Chopin, tocados por un pianista que se niega a parar pese a las bombas, hasta que la barbarie de la guerra le obliga por la fuerza. Así comienza El pianista, la película de Roman Polanski sobre Władysław Szpilman, al que da vida Adrien Brody; también, salvando las distancias, es el leit motiv de Vyshuvanka o barbarie, la última performance del granadino Omar Jerez, desarrollada durante un bombardeo en la región ucraniana de Odesa. 

"Creemos que es más importante actuar desde la zona que desde la comodidad de una galería de arte" explica a este periódico Jerez sobre el por qué de esta actuación en una zona que se ha convertido en uno de los últimos objetivos de la guerra que Ucrania mantiene con Rusia desde hace más de un año. De hecho, en el vídeo de la performance, fechado a principios de septiembre y de menos de un minuto de duración, aparece el propio Jerez junto a Sofia Kosenko, quien tuvo que sacar a su familia por sí misma de la ciudad durante los momentos más duros de la guerra, parados frente a la cámara, comiendo palomitas mientras sin inmutarse mientras de fondo se oyen las señales de alarma y las llamadas a los bunkers. 

Con esta actuación, de la que salieron "vivos de milagro" según el granadino, pretenden poner de relieve cómo el país se ha convertido en una especie de teatro, donde el resto del mundo asiste sin inmutarse al espectáculo belico. Tampoco es casual el uso de las palomitas, asegura Jerez, pues más allá del guiño cinematográfico, Ucrania es el uno de los mayores exportadores de cereal del mundo y sus reservas se han visto, también, convertidas en objeto del gobierno de Vladímir Putin. 

El cereal, más concretamente el trigo, es también ejemplo de la idiosincrasia que, según Jerez, vive el pueblo ucraniano. "Una de las cosas que más nos espantó es que había una mezcla entre bombardeos y una vida normal", relata el autor de la perfomance, "la gente estaba en la panadería, trabajando, y cuando sonaban las alarmas se iba a los bunkers y luego volvía como si nada", prosigue. 

Un espía o un traidor

Para entrar a Ucrania, Jerez, y su compañera Julia Martínez ('oculta' tras la cámara), recurrieron a un "conductor clandestino", que ya conoce el terreno y sabe como atravesar sin grandes problemas los controles fronterizos. "Podía haber optado por otras vías, por ejemplo, solicitar una acreditación de prensa, pero opté por esta vía, para hacerlo más real", relata el autor, quien tuvo que enseñar hasta en 14 ocasiones su pasaporte, lo cual no le libró de algún que otro inconveniente, principalmente derivado de su nombre (Omar procede de padre palestino y madre judía), que levantó varias suspicacias por no saber si se trataba de un espía o un ucraniano que estaba tratando de dejar el país (Zelenski prohibió a los hombres adultos abandonar el país sin autorización). 

Pese a todo no hubo mayor problema y los dos españoles lograron pisar tierras ucranianas, donde entraron en contacto con su enlace, quien les mostró la ciudad, con sus bondades y sus heridas, y les enseñó el lugar donde grabarían la actuación junto a Kosenko, quien precisamente aparece con el vyshuvanka que da título al vídeo, una prenda tradicional, que para Jerez pone de manifiesto esas "tradiciones y patriotismo" que siguen vivas bajo los escombros de la guerra, generada por la barbarie que, para él, encarna Putin.

La destrucción de ese patrimonio queda ejemplificado, además de en los almacenes de grano, en el patrimonio cultural que atesora la región, que de hecho alberga una de las escalinatas más reconocidas, la Escalera Potiomkin, inmortalizada por el director ruso Serguéi Eisenstein en El acorazado Potemkin (1925). Más recientemente, ha sido la  catedral de Transfiguración, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, la que ha sufrido los ataques rusos, quedando destruida y provocando que muchos vecinos se esmeren en conservar lo poco que queda en pie. Esto, en palabras de Jerez, supone "eliminar todo el rastro del folclore y la vida de Ucrania"

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