Virtuosismo y esencias de La Habana

Harold López-Nussa es un virtuoso, formado en el prestigioso conservatorio cubano Amadeo Roldán, pionero en esa fusión de la esencia antropológica del Caribe con el clasicismo armónico, educador musical enamorado de los ritmos de la isla

La potente elegancia y sutileza del soul

Un instante de la actuación.
Un instante de la actuación. / Rafael Marfil
Rafael Marfil

Granada, 02 de noviembre 2025 - 13:35

La música latina fue un descubrimiento para el bop, que sonaba muy oscuro a veces, con su complejidad armónica y la profundidad del blues que imprimió Charlie Parker al hacer magia en la que fue la “nueva música”. Así, Dizzy Gillespie se enamoró de la alegría caribeña, de este sentir, y la Big Band en la que le pudimos ver en su última actuación en Granada era eso, una All Star de Latin Jazz. En el segundo concierto de este festival, tras el paso de tantos años, se ha dado una vuelta más de tuerca, ya que hemos escuchado estos sones con armónica. Sin duda, lo mejor del concierto, los desarrollos de Grégoire Maret, en un combo que comunicaba con mucha más fuerza cuando abandonaba el aire salsero y adquiría ese aire jazz más sensible y contemporáneo. Cercano al estilo de Pat Metheny, con el que colaboró durante años este virtuoso armonicista, como recordaba Javier, mi amigo y compañero de butaca hace décadas.

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45 Festival Internacional de Jazz de Granada

Harold López-Nussa. Nueva Timba con Grégoire Maret. Harold López-Nussa, piano; Grégoire Maret, armónica; Ruy Adrián López-Nussa, batería; Luques Curtis, contrabajo. Fecha y lugar: sábado, 1 de noviembre, Teatro Isabel La Católica.

Harold López-Nussa es un virtuoso, formado en el prestigioso conservatorio cubano Amadeo Roldán, pionero en esa fusión de la esencia antropológica del Caribe con el clasicismo armónico, educador musical enamorado de los ritmos de la isla. Y como si recogiera ese testigo, esta nueva Timba interpretó desde el inicio el manisero, además de la Guajira, con un sentido de la mano izquierda y de una asombrosa coordinación rítmica, a la que se sumó su hermano en la batería, Ruy Adrián Lopez-Nussa, que consiguió hacer susurrar a la caja, un instrumento del que no sabíamos que se podían obtener tantos matices. A Loreto, que no es habitual del jazz, le emocionó especialmente el concierto. Y es que fue una noche donde disfrutamos de la brillantez del maestro Ernesto Lecuona y de las composiciones propias de López-Nussa, apresado, como tantos, por la nostalgia de La Habana.

Sin embargo, los mejores momentos de la noche no sonaban tan salseros, no eran una descarga latina, sino que se parecían más a lo que hace décadas llamábamos nueva música, o fusión, al estilo de Jim Chappell. Es el camino que debería seguir esta Timba, no tengo duda. Tanto el piano como el teclado tenían un desarrollo muy maduro, muy especial, pero que comunicaba mucho mejor en esa línea, menos caribeña. Un ejemplo fue el excepcional solo de armónica en Mal du Pays, aplaudida durante un largo rato el público. El instrumento de Grégoire Maret, que apenas se veía al estar tapado por sus manos, no es habitual en el jazz y, por desgracia, en casi ningún género musical. Recuerda a la infancia, como decía Ricardo, y es impresionante constatar cómo se puede desarrollar un solo, soplando y aspirando, accionando los semitonos en su posibilidad cromática. A veces, parecía dibujar melodías y esconderse, difuminarse, pero otras emergía con una enorme claridad, como si fuera un bandoneón. El jazz siempre avanza, siempre respeta su esencia y da un paso más. Aprende de sí mismo, como la Inteligencia Artificial, por eso es una música tan perfecta.

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