Cancionero para una crisis

El turista 1.999.999

En días como hoy, cuando Semana Santa entra en sus días grandes, estaríamos contando los visitantes y ponderando el índice de ocupación de los hoteles 

El turista 1.999.999

El turista 1.999.999

Miércoles Santo. En contraste con el bullicio de cualquier otro año en un día como hoy, las calles aparecen solitarias, con un efecto demoledor para nuestra hostelería, la primera industria de Granada y provincia. Calles solitarias, bares cerrados, hoteles sin actividad en Semana Santa, la cita esperada por todo el sector, los cuatro-cinco días que compensan tres meses anteriores de temporada baja y escasa ocupación, el mejor periodo del año desde hace bastantes ejercicios, esa semana que, a capricho de las fases lunares, se enmarca en el calendario a finales de marzo o primero de abril. El mejor momento para la contratación de trabajadores... Todas esas cosas que se han perdido este año como lágrimas en la lluvia...

En dedicatoria de solidaridad y deseo de una recuperación que se antoja difícil, se asoma a este cancionero analítico una canción de chin-chin-pún y pachangueo, apropiada para verbenas y fiestas de verano, estación del año en que saltó a las ondas esta 'El turista un millón novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve' cuya sola declamación en un solo verso reúne más mérito que sus enunciados y rimas, los cuales ciertamente no entrarán en los manuales de la literatura y la música universal. 

Estamos en 1967, años del desarrollismo a ultranza, en los que el turismo juega un papel decisivo y relevante en el objetivo del régimen de mejorar su imagen exterior y, sobre todo, a través del número creciente de turistas que año tras año visitan nuestras playas importar divisas que sumar a las remesas que desde comienzos del decenio envían los millones de emigrantes que han buscado en Alemania, Francia y Suiza, sobre todo, los puestos de trabajo que el régimen político imperante es incapaz de fomentar. Complementariamente a la industria turística nacen actividades ligadas al ocio, entre ellas los festivales de verano de los que ha sido pionero el de Benidorm, cuya iniciativa copian en Palma, donde organizan a partir de 1964 el Festival Internacional de la Canción de Mallorca. A diferencia de Benidorm, donde la temática era abierta, las bases de Mallorca establecían la promoción de sus playas en las canciones que debían competir por el premio.  

Y en esa categoría se inscribe 'El turista un millón novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve', que presenta a un apresurado turista, de esos que cuando el avión ha aterrizado y por megafonía la azafata nos ruega que permanezcamos en nuestros asientos hasta recibir el permiso para desembarcar él ya ha desatado el cinturón de seguridad y se abalanza con furia a por su equipaje, no vaya a ser que alguien se le adelante. El caso es que este turista desventurado -sin él saberlo- en su apresurado descenso por las escalerillas del avión adelanta a la afortunada -sin ella saberlo- turista dos millones. Y todo porque el conteo de visitantes reservaba un sinfín de atenciones a esa soñada cifra de dos millones de turistas, como bien canta la canción de Los Stop, intérpretes meritorios de esta dificultosa pronunciación a martillazos del turista un millón novecientos noventa nueve mil novecientos noventa y nueve hasta conseguir meter del tirón las veintidós sílabas del verso. ¡Los endecasílabos, al paro! 

La canción no lo dice ni nadie, a la altura de aquel verano de 1967 hubiera sido capaz de insinuarlo, pero es de imaginar que aunque nuestro apresurado y desventurado turista hubiese respetado los turnos y alcanzado por derecho propio la cifra mágica, difícilmente hubiera recibido "las atenciones / que por suerte le brindaron / al turista dos millones", porque esta operación numérica tenía una dirección exterior, es cierto, de cara a presentar en el extranjero las bondades de la industria turística nacional, pero, sobre todo, estaba dirigida al interior, a los propios españoles, como efecto propagandístico de lo bien que funcionaba la cosa y para ello, como efecto complementario, 'casualmente' el turista dos millones solía ser no 'un' turista sino 'una' turista, generalmente joven de muy buen ver, sueca a ser posible, como forma de alimentar, de paso, las fantasías de una frustración sexual impuesta por el régimen político y su brazo de apoyo, la Iglesia, siempre vigilante de la moral y las buenas costumbres. Años de contradicción: por un lado, los turistas y sus divisas eran el maná para las arcas del Estado pero, por otro lado, la presencia multitudinaria de bikinis contribuía a relajar los usos sociales y acelerar una liberalización de costumbres de difícil digestión por franquismo y obispos.

En cualquier caso, este turista un millón novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve, nos aclaran Los Stop, aunque "se lamentó / por bajar tan deprisa / del avión", con "su mini-pantalón" (imagen que en 1967 difícilmente el régimen hubiese aceptado como estampa de promoción del turismo: "¡la siguienteee:..!"), pese a perder la ocasión de recibir "las atenciones / que por suerte le brindaron / al turista dos millones", pese a todo "se conformó / y en Mallorca fue feliz / como el que más". ¿Por qué? "Porque Palma le ofreció / su mundo de sol, / un mundo de amoooor". Así que "el turista 1.999.999" (a partir de aquí, en números, que se resiente la batería del ordenador) "se llevará / a su país / el recuerdo de este sol y de este mar / que nunca más / podrá olvidaaar". 

No es esta canción la única expresión de promoción turística que haría las delicias del Patronato Provincial de Turismo del momento. Hemos dicho en párrafos anteriores que las canciones debían versar sobre esta temática del sol y el mar balear. Así, Los Mismos, homologables a Los Stop en su actividad musical, popularizarían un año después 'El puente', que fabula con los temores ancestrales del hombre cuando se le extrae de su medio natural, la tierra firme, y se interna por el mar o el aire, lo que hace dudar a un hipotético turista sobre desplazarse o no a las Baleares: "Tengo miedo al avión, / también tengo miedo al barco. / Por eso quiero saber lo que debo hacer / p'a cruzar El Charco". Este acobardado turista dice que "podría esperar / porque el tiempo no me importa" (ya se sabe: en vacaciones las horas y los días parecen eternos), a cambio de "si construyeran un puente / desde Valencia hasta Mallorca". Aquel régimen político, volcado en la construcción de pantanos, no llegó a tanto...            

De todas formas, el Festival balear, que dio ocasión a perlas tan gloriosas como aquella visita de Pérez "que estuvo en Mallorca / y vino encantado / de todas las cosas / que vio por allí", reunió a conocidos cantantes de Francia e Italia en sus sucesivas ediciones y en su cuadro de honor o entre sus participantes se inscriben Tony Dallara, Fridda Boccara, Robert Jeantal, Little Tony o Nicola di Bari. Sus interpretaciones pertenecen al olvido y en la memoria colectiva quedan estas facilonas como las mencionadas 'El turista 1.999.999', 'El puente' o 'Me lo dijo Pérez'. Turismo en el que dos millones parecían una cifra mítica, superada por el devenir del turismo hasta este 2020 en que ya nada será igual. 

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