Cancionero para una crisis

Échame a mí la culpa

El bombazo del verano de 1976, interpretado por Albert Hammond, bien podría constituirse en himno a la inversa de nuestros heraldos de la política

Una imagen de Albert Hammond.

Una imagen de Albert Hammond. / G. H.

El bombazo del verano de 1976, Échame a mí la culpa, que bien podría constituirse en himno a la inversa de nuestros heraldos de la política. Es decir, que si en vez de grabarla Albert Hammond en aquellos tiempos de la transición la graban estos representantes nuestros de ahora la canción se habría titulado lo contrario: 'Échale a otro la culpa'. Claro está que en los 44 años transcurridos desde que se grabó esta versión hemos construido esta España autonómica que ofrece posibilidades ilimitadas para sacudirse las propias responsabilidades y encontrar culpables en el otro bando.

Albert Hammond es un 'llanito', es decir un gibraltareño nacido en 1944 que, después de una carrera discreta en los tiempos pioneros del pop español de mediados de los 60 con el dúo The Diamond's Boys (Chicos de Diamante), se trasladó a Estados Unidos donde en 1973 compuso un bombazo mundial, It never rains in Southern California (Nunca llueve al sur de California). Con tal bagaje y consolidado en el panorama internacional de la música y como compositor de encargo para otros cantantes y grupos, los productores vieron en Hammond el potencial justo para lanzarlo al mercado de habla hispana. El 'llanito' hablaba español mejor que inglés, como corresponde, y al primer intento repitieron la experiencia de la sequía en California. Es decir, Échame a mí la culpa se convirtió en un éxito de ventas y difusión en España y países hispanoamericanos.

Échame a mí la culpa, que comparte con Nunca llueve al sur de California la cima de las canciones por las que Hammond es recordado en España y la historia de la música, no es composición del gibraltareño. En realidad se trata de un tema del mejicano José Ángel Espinoza, compuesta en 1958, y para entender el alto nivel de difusión que encontró basta con decir que se rodó una película del mismo nombre, en la que, por cierto, intervenía Lola Flores, de gran popularidad por aquellos años en el país azteca. Hammond modernizó la partitura, ahorró los elementos más característicos de las raíces mejicanas de la canción y la adaptó a los gustos y ritmos de mediados los setenta. El resultado, una grabación multiescuchada en el verano anterior a una democracia que en España ya se intuía y anhelaba. Al éxito de Échame a mí la culpa siguieron otros varios en aquellos años finales de los 70: la sugerente, inolvidable e inolvidada Eres toda una mujer, también Cerca del río, el clásico Espinita o una versión de tangos como el inmortal Volver.

El éxito que comentamos hoy es una canción de desamor con buen 'rollo', cuando las parejas rompen en un clima de excusas que se superponen a los reproches: 'No eres tú, soy yo...'. Es cierto, el cantante herido espeta a su abandonante partenaire ese "sabes mejor que nadie que me fallaste" y "que lo que prometiste se te olvidó". Y no solo eso, "sabes a ciencia cierta que me fallaste", amor no correspondido porque "nadie te amaba mejor que yo". Hay más, "lleno estoy de razones / 'p'a' despreciarte" pero, "sin embargo, quiero que seas feliz". La canción de Espinoza/Hammond no solo expresa ese 'adiós, que te vaya bien' al futuro inmediato sino que lo estira a la eternidad, más allá del juicio final y del escrutinio general al que seremos sometidos en el Valle de Josafat: "Que allá en el otro mundo, / en vez de infierno encuentres gloria / y que una nube de tu memoria me borre a mí". (Frase, esta última, que contiene esa eterna duda lingüística, homologable a aquella de "el sueño de la razón produce monstruos", uno de los aguafuertes en los Caprichos de Goya. Es decir, ¿es la razón la que al soñar produce monstruos? ¿O es que al soñar, o al dormir, pasamos de la razón a producir monstruos?

Pues en la canción de Espizona/Hammond, al declamar el último verso y por razones de licencia poética tal vez la construcción mejor presentada gramaticalmente debería haberse expresado como "y que una nube me borre a mí de tu memoria", porque en la grabación no queda del todo aclarado si la nube corresponde a la memoria o la memoria es genitivo de la nube y las dos palabras son complemento directo del verbo borrar...). Para lo que interesa, la canción continúa en tono de disculpa: "Dile a quien te pregunte que no te quise". Más carga está dispuesto Hammond a soportar: "Dile que te engañaba, que fui lo peor". Y, en conclusión, "échame a mí la culpa de lo que pase, / cúbrete tú la espalda con mi dolor", más, otra vez, lo de "que allá en el otro mundo...".

En estos días de ahora, la canción, una vez fuese adoptada como himno por todos los grupos parlamentarios del Congreso, el Senado -que todavía existe-, los diecisiete parlamentos autonómicos de la España autonómica, las diputaciones provinciales -que todavía existen-, los ayuntamientos... Tendría la formulación inversa: "Échale al otro la culpa de lo que pase", "cúbrete tú la espalda" pero no con 'mí' dolor sino con 'su' dolor. Manteniendo el primer y segundo versos, "sabes mejor que nadie que me/les fallaste" y "que lo que prometiste se te olvidó", cambiamos el 'me' por el 'les', seguimos, "sabes a ciencia cierta que les fallaste" aunque "nadie te votaba igual que yo". Por supuesto, seguimos "llenos de razones 'pa' despreciarte", pero el sentimiento generoso del amante abandonado muta en sentido contrario en el mundo de la política: "Por eso mismo quiero que seas infeliz" y que allá en el otro mundo "en vez de gloria encuentres infierno" y que "una nube de mi memoria te mantenga criticado mañana y noche", las 24 horas del día.

Podría seguir, más o menos, así: "Dile a quien te pregunte que son lo peor" y concluir con "échale a ellos la culpa de lo que pase". Un himno que podría abrir las sesiones de todas las muchas cámaras parlamentarias de nuestra España autonómica, entonado a coro, todos los grupos mirándose unos a otros. Todavía no la cantan según los arreglos sugeridos en este cancionero analítico, pero en la práctica, con otra letra y la misma musiquilla de fondo, ya la practican: "Échale a otro la culpa de lo que pase".

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