Me gusta el fútbol

Me gusta el fútbol

Fue la formulación publicitaria con la que Canal Plus se lanzó en 1990 al ruedo de las retransmisiones. Y, por paradoja, frente a las rutinarias imágenes hasta entonces, aquel juego de espejos innovador a través de la multiplicidad de cámaras marcaba con diez años de adelanto la entrada de la televisión y la retransmisión deportiva en el siglo XXI, la cadena de pago -"esta tele es tuya, / esta tele es mía / solo por veinte duros al día"- recurrió a los sones castizos de un pasodoble para atraerse abonados según la fórmula que muchos pronosticaron sería un fracaso y, sin embargo, creció gracias precisamente a las retransmisiones de fútbol, la empatía comunicadora de Michael Robinson y las trepidantes ligas de Tenerife (vamos a dejarlo en trepidantes, que si entramos en pormenores acabamos utilizando términos propios del Código Penal).

Aquel pasodoble de entusiasmada pasión por el fútbol preludiaba con décadas de antelación lo que hoy es el deporte rey: "Me gusta el fútbol", sí, pero... "¡en casa!". Pues eso, que a partir de ahí el fútbol evolucionó al compás de su 'televisación' (¡ojo!, no corregir el 'palabro') y como el que paga manda, las televisiones impusieron sus reglas, sacralizaron ese "en casa" de la canción y dejaron sin sentido otra de las formulaciones del pasodoble primigenio: "Los domingos por la tarde es la mayor / de mis aficiones". De tal forma que cuando en 2007 Digital Plus, heredera de Canal Plus, decidió actualizar el anuncio recurrió a Melendi. Y, vamos, digo yo, hubiera sido más propio apelar a Joaquín Sabina: "Y nos dieron la una, las dos, y las tres y las ocho y las nueve y las diez...", como escribe Raquel Mateos en La Grada. Porque esos demenciales horarios de ahora han desnaturalizado la esencia no ya de los partidos simultáneos sino también el sonido inconfundible de la tarde de los domingos de la radio. Si hasta dejaron sin argumentos a Martirio cuando en sus Sevillanas de los bloques describía una jornada dominical compartida por un matrimonio de barrio: "Taquitos de jamón, / choquitos y gambas / yo me 'jarto' de comer' / y por la tarde lo dejo / 'p'a' que escuche Carrusel".

Habíamos aceptado con resignación estas nuevas formas de fútbol a todas horas y todos los días de la semana. Pero llegó el coronavirus. Tengo que reconocer que cuando oí por primera vez la palabra, envuelto en las nebulosas de la radio matinal, hasta pensé que se trataba de otro de esos fichajes de Quique Pina. Pero no. El virus nos dejó sin fútbol, la cosa más importante de entre todas las cosas que no son importantes. Interrumpió la Liga a falta de once jornadas, dejando al Barcelona en el liderato gracias al penalti que se sacó de la manga Martínez Munuera a cinco minutos del final en el partido contra la Real Sociedad. Se suspendió el campeonato para una quincena pero, al contrario que en los minutos de silencio -que nunca duran un minuto, que duran menos-, ha resultado que las cuarentenas no duran 40 días sino que se alargan a sesenta... ¿setenta?, ¿ochenta?... ¿Hasta cuándo?

En esa discusión estamos, mientras nos sobrevuelan mensajes contradictorios que avanzan o retroceden la reanudación del campeonato. He oído en una radio que si la Liga no se reanuda las televisiones reclamarán a los clubes el reintegro de las cantidades proporcionales a las jornadas no disputadas. Supongo que de ser así, también reembolsarán el dinero cobrado a los abonados, aunque yo la única carta de Movistar que he recibido, a mediados de febrero, me anunciaba lo contrario: que me suben la cuota.

Entretanto, corren rumores que apuntan a la donación del título de Liga al equipo que ocupaba el liderato en el momento en que el campeonato se interrumpió por causas de fuerza mayor. Al parecer, una cláusula del reglamento de la competición así lo establecería. Es uno de esos apartados incluidos en la letra pequeña, que nadie leemos y que en todo caso piensas que nunca va a ocurrir hasta que ocurre. En tal caso, y aunque así fuese, todos podemos estar tranquilos porque un club que vive instalado en la superioridad moral jamás haría uso de esa cláusula ventajista. Así que este cancionero ha reunido a su comité asesor-sección deportes y acuerda, por unanimidad, la propuesta de concluir el campeonato a golpe de lanzamientos desde el punto de penalti. A una jornada por día, antes de dos semanas a partir de la fecha que las circunstancias lo permitan, la Liga está finiquitada.

Desplazamientos baratos, pues bastaría con que viajasen dos porteros y seis jugadores de campo a lo sumo. Y esa suerte de muerte súbita garantiza el espectáculo televisivo, que al parecer es lo único que importa. Todo antes que esos partidos desangelados sin público en la grada que se avecinan si es que algún día llegan. Ni esas sanciones que se anuncian para los jugadores que se abracen después de un gol o que escupan (es decir, los once futbolistas amonestados. ¿Por qué será que el fútbol es el único deporte en el que sus actores no paran de escupir?), que obligaría a reconvertir a algún 'bar' de los muchos que no podrán abrir en un VAR específico para gargajos...

Mientras LFP, FEF y televisiones reflexionan acerca del sistema final para decidir esta Liga, este cancionero analítico ameniza la función con aquel 'Me gusta el fútbol', ya sea en su versión original a ritmo de pasodoble y buena ocasión para rememorar en youtube el anuncio primigenio, o bien en la versión actualizada de Melendi -el ovetense que jugó en el Oviedo juvenil- o también a cargo de Los Inhumanos, grupo valenciano de Valencia que ilustra este comentario de hoy sencillamente porque es la única portada de disco que hemos encontrado. "Con los gritos y los goles se desá-tan / las pasiones..."

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