La portada de un vinilo de Lolita Garrido.

La portada de un vinilo de Lolita Garrido. / G. H.

Escribía ayer Luis Mauri en El Periódico que leer propuestas como las del actual inquilino de la Casa Blanca, esa de inyectar desinfectante y rayos solares en los infectados de coronavirus, produce vergüenza ajena pero también vergüenza propia, porque ese ignorante y zafio presidente de Estados Unidos está en el poder no por la fuerza sino por la legitimidad de los votos. En tanto que integrantes de una comunidad, no podemos sino avergonzarnos ante la impotencia de contemplar que este Donald Trump suficientemente conocido -porque esta insensatez del desinfectante no es la primera ni desgraciadamente será la última- reúne los votos suficientes de sus conciudadanos para escalar a la presidencia del país más poderoso de la Tierra.

Y es eso, los votos o -por mejor decir- los votantes lo que estremece en este comentario de hoy. Que alguien diga una soplapollez no debería ser motivo de escándalo. Al fin y al cabo, quién no ha dicho una en toda su vida. El problema viene a continuación de pronunciada la determinada insensatez, cuando uno, dos, tres, cien... Miles se la creen. En el caso que nos ocupa, la cretinez propuesta por Trump, esa de inyectar desinfectante y rayos solares, fue creída a pie juntillas por más de un centenar de ciudadanos estadounidenses, que llevaron a la práctica la insensata inyección con las consecuencias conocidas, una idiotez pronunciada, para más inri, ante representantes de la comunidad científica que en estos días estudian poner remedio a la pandemia. 

Pues nada, que este analítico cancionero se ha puesto a la tarea y bucea hasta los años 50 para encontrar la canción adecuada para dedicar no tanto a don Donald sino mejor a ese centenar largo de 'inyectantes' que creyeron en la propuesta, tanto da si fue lanzada desde el Despacho Oval como si lo fue desde el Ala Oeste de la Casa Blanca. A todos ellos, eso sí, deseamos un pronto restablecimiento en su salud, incluida la mental, para que puedan votar el próximo noviembre, que si para entonces el coronavirus ha sido doblegado se podrá celebrar sin sobresaltos la jornada electoral. Los sobresaltos vendrán por la noche, si renueva el actual inquilino de la Casa Blanca.

Para todos ellos, decimos, va dedicada esta Tú eres tonto, muchacho, canción datada en 1956 e interpretada por Lolita Garrido (1928-2018), artista valenciana que en esa década mereció el Gran Premio de la Cadena Ser por votación popular de los oyentes, en tiempos anteriores a la televisión en los que la radio era el mueble imprescindible en el hogar. Lolita Garrido, rebautizada como la Novia del Swing, una cantante que merece "un revisión a fondo", como reivindica Manuela Astasio en el portal Nokton, 'cultura de bajo consumo y alta potencia', donde se resalta su "valiente exploración de distintos géneros musicales, desde el 'swing' hasta el mambo, por la calidad de sus arreglos orquestales, por el terciopelo de su voz y por su castizo y elegante sarcasmo". Y hasta el rock, pues Lolita Garrido prolongó su carrera hasta los años sesenta, en los que llegó a versionar a Adriano Celentano con Tu beso sabe a rock, triunfó con Eres diferente y Comunicando. Además de una insinuante versión de Bésame mucho por la que fue sancionada por la todopoderosa censura de la época.

De 1956 es esta Tú eres tonto, muchacho. Castizo y directo sarcasmo y desparpajo de desconocida dedicatoria, pues no se trata solo de que el hombre sea tonto sino que, además, "en tu casa lo tienen que saber, / porque aquí estamos hartos de saberlo, / que eres tonto / y qué le vas a hacer". Cierto. Los estúpidos, muy al contrario de lo que piensan los demás sobre ellos, suelen tener una alta estima de sí mismos, característica que dificulta la problemática mejora y culmina en esa desesperanzada frase final: "y qué le vas a hacer". A decir verdad, la canción de Lolita Garrido admite que "aunque a veces / te portes hasta bien / es preciso que olvides tus manías".

Una estrofa quizá premonitoria: cuando Trump supo que más de un centenar de sus administrados había practicado su insensata propuesta trató de salir del atolladero diciendo que se trataba de una ironía, una broma que no supieron entender. Al margen de que nadie se cree que fuera una broma, aun en el caso de que lo fuese lo mínimo que podría decirse en beneficio del humor presidencial es que este Trump tiene la gracia donde las avispas... Pero, vamos, que por seguir con Lolita Garrido, que esta estrofa suavizante de su tonto interlocutor concluye con la misma desesperanzada desesperanza: "Eres tonto y qué le vas a hacer". 

Y aunque en una tercera estrofa la canción atisba cierta posibilidad de arreglo, "déjate ya de tanta tontería / no presumas de ser tan genial, / olvídate de tanta bobería, / a ver si así  te haces un hombre cabal", la coda final no admite margen para la confianza pues tras formular por triplicado ese "eres tonto y qué le vas a hacer", sentencia con sones de colofón: "Eres tonto y no hay nada que hacer". 

Así cantaba Lolita Garrido en 1956. Más de seis décadas después la canción cobra vigencia, aunque reiteramos nuestros deseos de pronta recuperación tanto a quienes se dejaron llevar por el consejo presidencial como al propio Trump. Por decir o hacer una tontería -que todos hemos dicho o hecho- nadie se convierte automáticamente en tonto...

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios