Cada vez estamos más sometidos a una voluntad externa. Hace apenas nada, como suele ir haciendo de todas las cosas, éramos conscientes del control que se ejercía sobre nuestras vidas y conocíamos de dónde provenía ese control. Los poderes fácticos, sectores de la sociedad, al margen de las instituciones políticas, con capacidad de presión en el Estado, o el factor de poder, que no es igual, aunque parezca lo mismo... Ahora nos rigen los algoritmos y los algoritmos no tienen sotana, ni anillos que besar, ni el símbolo del dólar en la frente, ni cañones amenazando objetivos, ni medallas colgadas del pecho. Los algoritmos no son nadie. En principio. En informática es un conjunto de instrucciones definidas, ordenadas y acotadas para resolver un problema. Alguien debe en primera instancia definir, ordenar y acotar. Extraño es cómo coinciden las soluciones por las que optan los algoritmos con los intereses de algún que otro poder fáctico o de algún que otro factor de poder.

El algoritmo no censura. Aunque coloque estratégicamente ocultos en las redes a aquellos personajes que resultan molestos para el sistema o, aunque vaya cancelando, por ejemplo, una a una todas las cuentas de unos administradores que pretenden promocionar un libro de relatos con el título: El sexo de las embarazadas y otros relatos salvajes de Beatriz Rodríguez y Cristina Erre. Facebook no explica por qué, Facebook, cancela. Sin más. Cancela no censura, porque la censura es de países regidos por dictaduras más o menos bananeras. En la socialdemocracia la libertad hace imposible la censura. Y aunque no entendamos ciertas sospechosas actitudes, pues Facebook no se digna explicar porqué cancela, nos conformamos, tranquilos, al tratarse de "una cuestión de algoritmos". Y los algoritmos deciden lo correcto y lo incorrecto. Lo correcto puede ser "sexo", lo correcto puede ser "embarazadas" lo correcto puede ser "salvajes". Lo incorrecto es que en la misma frase aparezca "sexo", "embarazadas" y "salvajes", pues ahí actúan los algoritmos como alimañas feroces salidas de las cloacas de las redes, que como sombras acechantes se han convertido en los perros guardianes de aquellos antiguos poderes fácticos, de aquel más contemporáneo factor de poder y, sobre todo, del temible TPTB o PTB, The powers that be, que suena igual a los anteriores, pero que se presenta mucho más implacable abanderado por el versículo de Romanos 13:1: "Let every soul be subject unto the higher powers. For there is no power but of God: The powers that be are ordained of God" o lo que viene siendo: "Que cada alma esté sujeta a los poderes superiores, porque no hay autoridad que no provenga de Dios: y las que existen han sido establecidas por Dios". Señores, señoras: el puritanismo ha entrado por la puerta grande y, sin miramientos, la ha abierto de una patada.

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