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Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
EL reavivado proceso de fusión de las cajas de ahorros andaluzas ha vuelto a destapar el viejo conflicto de los particularismos y localismos en el seno de la comunidad autónoma. Se trata de un problema con hondas raíces históricas y que no resulta fácil de embridar. El caso es que la división de España en provincias, en la primera mitad del siglo XIX, tuvo un gran éxito en Andalucía, donde estas demarcaciones territoriales se han consolidado y son sentidas con convicción e intensidad por los naturales de cada una de ellas. Por el contrario, la autonomía andaluza es un fenómeno reciente, con apenas treinta años, y aunque la conciencia de pertenencia a una entidad supraprovincial y un sujeto político superior ha dado un salto de gigante, todavía no es suficiente para imponerse, mediante la persuasión y las razones objetivas, a las ocho realidades provinciales. Es de destacar que la responsabilidad principal por esta situación corresponde claramente a las clases dirigentes y las instituciones políticas, sociales y económicas, que muchas veces se escudan en la agitación popular que ellas mismas aventan para adoptar actitudes de rechazo a iniciativas e intervenciones de interés colectivo andaluz enfrentándolas a los intereses más específicamente locales que, en ocasiones, no son más que los intereses mezquinos de quienes se envuelven en estas banderas particularistas para incrementar su poder o conservarlo. Por otra parte, las instituciones en cuyas manos radica como primera obligación natural la de avanzar en la vertebración de todo el territorio andaluz, motor de la identidad común y del progreso para los andaluces, no han hecho todo lo necesario en defensa del proyecto de pueblo dueño de sus destinos. Hubiera hecho falta, y ahora sigue haciéndola en mayor medida, una gran sensibilidad hacia cada territorio, la máxima equidad en la política de inversiones públicas, un esfuerzo de más proximidad del poder político y la lucha contra el clientelismo geográfico, los agravios y las decisiones despóticas para desactivar los localismos. Lo que está ocurriendo con las cajas de ahorros, sus sedes y directivos, los alcaldes y los diputados, no es más que un síntoma, grave, de un problema general que el autogobierno andaluz no ha sido capaz de encauzar y, mucho menos, resolver. Hace falta más patriotismo andaluz, más voluntad de encuentro y comprensión y menos política de campanario.
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