Asalto al Capitolio

Sería un error considerar a Isabel García Ayuso un verso suelto, un elemento extraño y pintoresco

Sería un error considerar a Isabel García Ayuso un verso suelto, un elemento extraño y pintoresco dentro de las variadas especies que habitan la política española, entregada a llamar la atención y a buscar en cada momento la frase que la coloque en el centro de la agenda. Mal se valoraría la situación actual si a la presidenta de la Comunidad de Madrid solo se la considerara la alumna aventajada de su jefe de gabinete, que la surte de ocurrencias destinadas a captar la atención de propios y ajenos y a poner en aprietos a toda la dirección nacional del PP.

La lideresa madrileña es algo más que todo eso; es un producto elaborado y pensado para ir explorando un nuevo campo de acción política, a caballo entre el populismo y el neoliberalismo, que transforme el discurso político de la derecha, que le dé réditos electorales e introduzca una nueva cultura en la acción pública. No es, por tanto, la ingenuidad ni la frivolidad de una persona irreflexiva lo que está detrás de la imagen que observamos. Es una estrategia más profunda y de mayor alcance. La creación y fomento del miedo a las políticas progresistas y la satanización y condena de todo lo que surja desde la izquierda son los elementos básicos para la articulación de ese nuevo discurso. Para eso las mentiras, las exageraciones, las medias verdades y la falsificación de los datos son elementos esenciales en su trabajo. En ese camino, las declaraciones de esta semana contra Pedro Sánchez acusándolo de querer establecer una dictadura en nuestro país, encarcelar a la oposición, dividir España e implantar una república es el último y atrevido capítulo de su deliberada estrategia. No hay ni un solo elemento de verdad en todo cuanto ha dicho, pero lo trascendente es que abre así un nuevo campo de ataque y desgaste que sin duda otros tratarán de seguir. Lo grave es que esta política de la difamación y de la mentira no parece tener límite y puede generar graves consecuencias en la convivencia política. A esta nueva edición del trumpismo, que en el fondo es el ideal que se persigue, aún le quedan nuevos campos en lo que explorar y puede depararnos sorpresas desagradables. Si se acusa a un Gobierno de ser ilegítimo y de pretender el desmantelamiento constitucional, en el fondo se está cuestionando es el derecho a su propia existencia y, por tanto, cualquier forma para destruirlo sería válida. Este es el gran riesgo de esta descabellada estrategia que en otros lares ha llevado a asaltar el Capitolio.

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