Cuando se aproxima la celebración por el régimen andaluz del día de la falsa patria andaluza, ese 28-F que ni tan siquiera pudo refrendarse en un referéndum fallido y perdido, pero que finalmente fue inconstitucionalmente amañado, y que llevamos padeciendo durante 43 años, más granadinos somos conscientes de que en nuestra región nada hay que celebrar ese día.

Porque con otro 28-F más volvemos a recordar que nada nos ha dado -excepto olvido y preterición- nuestra forzada inclusión en una autonomía diseñada para exclusivo beneficio de Sevilla.

Porque con otro 28-F más volvemos a rememorar nuestra lacerante situación, así como la traición política de quienes dicen representarnos: políticos electos por Granada que tanto han hecho en pro de nuestra postergación con tal de salvar sus sillones y prebendas.

Porque con otro 28-F más volvemos a revivir dolorosamente que lo hemos perdido todo desde que se nos incluyó en Andalucía: riqueza, desarrollo, infraestructuras, estructuras administrativas, judiciales, militares… hasta convertirnos en lo que somos en 2023: una provincia periférica pobre sin perspectivas de futuro.

Porque con otro 28-F más volvemos a confirmar que ni la historia, ni la geografía, ni la cartografía, ni las tradicionales divisiones administrativa, judicial y militar de España avalan el artificio autonómico andaluz.

Porque con otro 28-F más volvemos a recordar que en Granada no nos sentimos andaluces, ni nos identificamos con el folklorismo sevillano regente.

Desgraciadamente, este año electoral no será el último que en Granada los mandamases del régimen celebren el 28-F, al revés, celebrarán aquí con alharacas tan ominoso día para nuestra tierra, para remarcar que somos muy importantes para Andalucía, cuando 43 años demuestran exactamente lo contrario.

Celebren pues los políticos traicioneros la quimera del 28-F, canten su pretencioso himno al son de la bandera blanquiverde, alaben a su infame ídolo con pies de barro, porque quizás esta maltrecha Granada les arrebate algún día sus sillones por no defender la tierra que les eligió.

Esperemos, al menos, que este año sea el último en el que Granada no tenga voz propia, y el último en que algunos de esos políticos traicioneros cobren del dinero de los granadinos, porque sería justo para Granada que no celebrasen más otro 28-F desde sus sillones, por no representar a un territorio harto de tanto agravio.

Otro 28-F más pues en el que Granada no tiene nada que celebrar.

Celebraremos cuando esos políticos ya no nos representen, cuando los mandamases andaluces ya no dirijan nuestros destinos y cuando la Constitución nos libere de la quimera nacida tras el 28-F.

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