¡Y yo qué sé!

Sería bueno que nunca se asocien a mayorías progresistas o no progresistas las sentencias del Tribunal Constitucional

La verdad sea dicha: ¡Y yo qué sé si es constitucional la amnistía para los que proclamaron la república catalana violentando las leyes y la constitución española! Si yo fuera mi amigo el prof. López Ruiz todavía tendría una opinión fundamentada pero no lo soy, no lo sé, no tengo ni idea, dicho con propiedad. Los ciudadanos corrientes tenemos noticias de los fallos de los jueces y tribunales, que acatamos y respetamos, son el faro y guía. Más que nada porque si ponemos en cuestión a quienes el Estado otorga la autoridad sobre esta materia, el Estado se desmoronaría, pues la Ley es la columna vertebral del edificio político. Y vendría lo que viene cuando esto ocurre en un país. Pero todo el mundo tiene derecho a opinar y, por lo tanto, a establecer la categoría. Es anticonstitucional, oímos decir. Pero luego puede que el Tribunal Constitucional establezca lo contrario. Porque ahora y para los próximos años hay una mayoría “progresista”, argumentan. Esto descoloca mucho. Sería bueno que nunca se asocien a mayorías progresistas o no progresistas las sentencias del Constitucional. Tribunal tan importante y decisivo que no debería estar en entredicho nunca. Se sabe, además, que estas esencias son objetos de una negociación durísima para alcanzar el poder. De tal modo que hablamos de una puja, de una mejor oferta, de una partida de naipes entre tahúres fríos como sicarios y otros dispuestos a entregar vaya usted a saber qué para lograr el poder. El Poder, seguro que el doctor López Ruiz lo enseñó a sus alumnos de Derecho Constitucional, tiende a controlar, dominar o absorber los otros poderes de las democracias liberales, su legitimidad procede del voto de los ciudadanos, es la razón esgrimida. Los jueces y magistrados llegan a los tribunales desde durísimas oposiciones o el Cuarto Turno. El Poder –como el aire– tiende a ocuparlo todo. Ya no hablamos de Lenin y de su libertad para qué, lo hacemos de Montesquieu y su división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), del que el entonces Alfonso Guerra anunció su muerte pero puede que hoy no lo piense así. Estamos en esta discusión teórica pero se está jugando en otra Liga a la que le ha venido de perlas el obsceno gesto del calvo Rubiales con sus genitales y el beso a la futbolista en lo redondo del mundo. Detrás de las cortinas se juega duro y algunos –todos– son los responsables de lo que llegue. Algunos más que otros, como imaginarán, pero todos-todos. No sabemos de casi nada, tenemos la memoria de un pez, vivimos desentendidos. Salvo cuando vamos al mercado. Nos escandalizamos con los precios entonces. No entendemos.

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