Belén Esteban, Vargas Llosa y los 'realities'

La guerra de las tildes nos hará disfrutar de momentos interesantes, que es de lo que se trata

El siempre inteligente Reverte dijo que el siguiente pleno de la Real Academia iba a ser "tormentoso". Teníamos poco de lo que discutir y ahora lo vamos a hacer sobre si solo debe de llevar acento o no. Queda inaugurado un nuevo formato audiovisual: el reality lingüístico. Seguro que el asunto es crucial para el devenir de la cultura universal, y que pese a que no haya habido, que yo sepa, reacción popular alguna al respecto, éste será un argumento más de enfrentamiento entre los miembros de nuestra cofradía común. Y como nos entusiasma pelearnos, la guerra de las tildes nos hará disfrutar de momentos interesantes, que es de lo que se trata.

Ocurre que el primer mundo anda necesitado de emociones. Lo de Ucrania se ha convertido en crónico y ya no despierta nuestra atención. Los naufragios en las costas del Mediterráneo tampoco sorprenden , ni siquiera cuando los cadáveres de los niños ocupan espacio en los informativos tras las imágenes de la última inauguración del presidente de turno. Y respecto a las andanzas cutres de los corruptos del barrio, hoy carecen del brillo de los grandes clásicos de la picaresca nacional de antaño. Ya saben, Roldán en el jacuzzi; los negocios de la familia Pujol; Villarejo o Fernández Díaz dan todos para una serie en Netflix. Comparar a cualquiera de ellos con el cutre Tito Berni muestra la decadencia actual de la delincuencia, lo cual es una excelente noticia, pero entre eso y lo aburrido que anda el fútbol tras un Mundial en medio de la Liga, los temas de conversación escasean y la emoción de asestarle un buen zasca al cuñado de turno se resiente.

Sí, porque ya todos, menos Pablo Iglesias, coincidimos en que Putin es el malo y EN que Irene Montero se equivoca cada vez que habla. A pocos les gusta el actual Gobierno, y casi a los mismos tampoco les convence la oposición. Ni siquiera hay pasiones desatadas en los platós de Telecinco, porque ahora sus tertulianos en vez de inventarse enfrentamientos explosivos, andan preocupados con memorizar el código ético. Con tanta quietud, el primer mundo bosteza; pero sustituir a Belén Esteban por Vargas Llosa convirtiendo a la Academia en el plató de Sálvame, difícilmente logrará el mismo resultado que Gran Hermano y no habrá edredoning. Poner cámaras en una habitación compartida por Sánchez y el presidente de Ferrovial sí que tendría más interés, al menos para los aficionados al boxeo.

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