Hay muchos motivos para elogiar y recomendar la lectura de un libro reciente, España: democracia menguante, editado por el Colegio Libre de Eméritos Universitarios. Para empezar, por la intención crítica que guía todas sus páginas, acompañada de una voluntad constructiva no menos evidente. Resultado que era previsible por la calidad de los nueve autores, capacidad refrendada en el texto mismo en que han quedado fundidas las aportaciones particulares de unos y otros. Especialistas en distintos campos de la historia, derecho, sociología y economía, todos ellos se han sentido llamados a proporcionar un informe seriamente reflexionado sobre el progresivo deterioro que atraviesa, en estos últimos años, la democracia española, con grave riesgo para el funcionamiento de su sistema político institucional. Pero, con todo, una vez elogiada la oportunidad de su orientación combativa -sin que por ello pierdan fuerza sus argumentadas denuncias-, se le trae aquí, como ejemplo, por otro motivo. Porque en este libro hay algo poco habitual que sorprende gratamente: estos nueve autores, cuyos nombres figuran discretamente en la cubierta y que han llevado a cabo una carrera académica colmada de logros en sus respectivos campos de investigación, decidieron "como intelectuales comprometidos con el sistema" realizar esta tarea colectiva en la que "todas las partes del informe han sido labor de todos." Es decir, en mundo tan cerrado, como el universitario actual, en el que los egos (por llamarlo de alguna manera) imperan de forma tan desmedida, desconcierta, por su novedad, que investigadores de materias y trayectorias distintas -sólo unidos por el lazo común de estar jubilados y una ineludible preocupación por los males de España- se hayan unido para realizar un trabajo en equipo, en el que deliberadamente las firmas personales se han diluido y esfumado. Si el empeño inicial estaba más que justificado, este gesto de colectivizar de manera plural sus informes y propuestas le da, en efecto, un aire ejemplar. Entendiendo por tal, que debería tener repercusión y ser imitado. Sobre todo, en Andalucía, donde los reinos de Taifa continúan todavía establecidos por doquier y sus universidades y departamentos (con sus intelectuales incluidos) mantienen bien enraizadas sus impermeables fronteras. Sin que las instituciones políticas promuevan o establezcan lazos y encuentros, desde los que, de forma colectiva y compartida, se analicen, como han hecho estos nueve autores, los muchos males pendientes en estas tierras del sur.

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