Monticello
Víctor J. Vázquez
Un triunfo póstumo
LOS investigadores llevan 65 años buscando la fosa de García Lorca (1950-2015). El poeta y sus compañeros de muerte se han convertido en los desaparecidos más célebres de la represión franquista, junto a Blas Infante, padre de la patria andaluza. Forman parte de los más de 100.000 republicanos desaparecidos en fosas comunes. Esto ha sido consecuencia de los pactos de la transición, que condenaron al olvido a las víctimas del franquismo. Por tanto, cuando se habla de "transición democrática", no se puede decir que fue modélica, ya que dejó en total desamparo a los familiares de víctimas de la dictadura, que llevan 79 años pidiendo verdad, justicia y reparación.
En 2009, la Junta de Andalucía autorizaba a la AGRMH la primera búsqueda arqueológica de la fosa de Lorca, símbolo de la guerra civil. Ponía como condición garantizar el derecho a la intimidad de las familias y que no se convirtiera en un "espectáculo mediático", principal argumento utilizado por la familia Lorca para oponerse a abrir la fosa. Oficialmente, no estábamos buscando los restos del poeta, ni los del maestro Dióscoro Galindo, cuya familia se dividió. Buscábamos los restos del banderillero Francisco Galadí Melgar, a petición de su nieto, tal y como exige el protocolo de exhumación de la Ley de Memoria Histórica (52/2007).
Nos vimos sometidos a una presión informativa sin precedentes, lo que hacía muy difícil evitar filtraciones. Los medios conservadores estaban interesados en hacer fracasar el proyecto y los comerciales buscaban la exclusiva a cualquier precio. Corresponsales de todo el mundo, Europa, Estados Unidos, países árabes, Rusia e incluso China, se concentraron en la verja de acceso al Parque García Lorca y más de un reportero gráfico se tiró al monte para hacer la foto del año.
Después de meses de trabajo, no encontramos "ni una esquirla de hueso", como señaló el arqueólogo Francisco Carrión. Es decir, Lorca y sus compañeros de muerte no fueron enterrados allí. Comprobamos, mediante técnicas arqueológicas, que el lugar señalado con el monolito no es correcto. El resultado cuestionaba el testimonio del presunto enterrador Manuel Castilla Blanco, que indicó dos veces este mismo lugar a los investigadores Penón y Gibson. Pero la excavación no fue un fracaso ni un espectáculo publicitario como pretendía el Partido Popular, principal detractor de la memoria histórica, pues conocer la verdad es el mayor éxito de una sociedad democrática.
En 2013, se hicieron nuevas catas arqueológicas para señalizar fosas comunes en el barranco de Víznar. En la denominada Fosa 2C, el arqueólogo Iván Sánchez encontró los restos de tres cuerpos superpuestos y piensa que, de seguir excavando, habría localizado un cuarto cuerpo. Sintió la corazonada de que estaba ante la fosa de Lorca. Para demostrarlo, tenía que exhumar los restos, pero no estaba autorizado. El hallazgo se puso en conocimiento del juzgado, que archivó el caso. No era la primera vez que la justicia ignoraba a las víctimas del franquismo. En 1986, durante las obras del Parque García Lorca, también encontraron unos huesos, pero volvieron a enterrarlos. Ningún juez abrió una investigación.
Y un año después, en 2014, se produjo un nuevo intento de buscar la fosa del poeta, promovido por la Asociación Regreso con Honor en la zona conocida como Peñón del Colorado. Esta vez, el arqueólogo Javier Navarro pretendía comprobar la versión del capitán Nestares, jefe del frente de Víznar durante la guerra, que señaló el campo de instrucción como el lugar de enterramiento. En realidad, buscaban dos antiguos pozos de agua, presuntamente utilizados como fosas. Para ello, tenían que retirar toneladas de tierra que cubrían el subsuelo original, pues la zona había sido alterada para hacer un campo de fútbol, provocando en su día una fuerte polémica. Las obras fueron finalmente paralizadas, pero el daño ya estaba hecho. De momento, ni rastro de los pozos, aunque los arqueólogos han pedido otro permiso para seguir excavando.
Casi 80 años después del asesinato de García Lorca, el panorama es inquietante. El poeta más universal, todavía desaparecido; la Huerta de San Vicente, con problemas de conservación; el Centro Lorca, un cascarón vacío, sin legado lorquiano y con escándalo financiero, y en Granada, sigue agitándose la peor burguesía de España, como diría Federico.
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