Caminando juntos

Educar no son mensajes y soflamas...; educar es procurar que asumamos con naturalidad que somos iguales

Me pasa como a muchos. Que hay cosas que nunca me cuadrarán. Sé que decir esto a porta gayola provocará críticas desde un populismo exacerbado. Pero lo siento así. Vaya por delante lo deleznable de la artificiosa puesta en escena en que se produce el debate de un tema espinoso, trascendente y por desgracia, preocupante, al que debemos prestar toda nuestra atención y esfuerzo. Me refiero a la violencia machista, algo políticamente manido y mediatizado en lucha sin cuartel por una bandera más preocupada en provocar cadáveres políticos y que por desgracia, condena a nuestra sociedad al efecto de soslayar una respuesta efectiva a un problema originado en la más tempana educación.

Este miércoles, un año más, la ONU nos recordó la necesidad de una igualdad real y efectiva entre hombre y mujer. Evidente que nuestro mundo no responde a idéntico patrón, que hay diferencias culturales, religiosas y sociales que agravan o polarizan este problema. Pero llama la atención que un país como España, supuestamente de mayor edad y formación, donde a priori nadie discute esa etérea igualdad, nos veamos continuamente involucrados en discusiones políticas que fragmentan y cercenan el mensaje, o propuestas sólo para un semillero de votos.

Los datos estadísticos preocupan y corroboran estas afirmaciones. A pesar de fastuosas iniciativas, subvenciones, discursos más populistas que eficaces, fotos, reportajes, partidas presupuestarias… a pesar de la inversión para erradicar esta violencia, sólo un análisis de las víctimas mortales que desde el año 2010 hasta diciembre de 2022 se han producido, nos conduce a la conclusión de que algo, o todo, no lo hacemos bien; que políticas, mensajes y propuestas, apenas tienen eco ni reprimen las conductas violentas con resultado muerte (Fuente: Ministerio de Igualdad, Delegación del Gobierno contra la violencia de Género). Debiera conducirnos cuando menos a repensar nuestro discurso. Entiendo que para educar en igualdad, debemos comenzar por la principal y temprana tarea: educar. No. Educar no son mensajes, soflamas, lenguajes… a lo más que aspiraríamos con ello es a adornar el discurso y a que las fotos reflejaran, lo que en realidad no termina de calar: el sentimiento de igualdad. Educar es procurar que en el día a día asuman, asumamos con naturalidad que somos iguales, que nada nos diferencia, que nuestra diversidad proviene sólo de las legítimas aspiraciones de cada uno y que para su consecución, no existe nada que mediatice a un hombre o una mujer. Y proponerlo en el ejemplo y actitud diaria, en lo que a diario consume nuestra formación. Tenemos maestros y profesoras que a poco que dejemos de burocratizar su actividad y les dejemos ejercer su vocación auténtica, ayudarán sin duda a revertir la situación. No. No es el currículo ni el tema quince o la unidad tres. No se adquiere, no se memoriza, no se estudia. Esto se experimenta. No se recoge en un papel. Y nosotros, padres y agentes sociales, renunciar a que sean sólo máquinas de aprender y memorizar conceptos y proponer su convivencia con valores que construyan verdaderas personas.

Creo así que algún día entenderán, entenderemos, que son precisamente nuestras diferencias las que nos hacen iguales. Y caminaremos juntos. Y caminaremos juntos…

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