Pensándolo mejor

Miguel Hagerty

Cogito, ergo me forro

FUE Pedro Pacheco quien, tiempo ha -y ¡qué tiempos eran!-, afirmó contundente: "La Justicia es un cachondeo". En su momento, la frasecita tenía ecos de escandalosa, de desafiante y hasta de desacato pero, al transcurrir de los años, hoy suena flojilla e incluso un poco ingenua ya que el planteamiento, llamémoslo neocartesiano, del título de esta columna resume en cuatro palabras la versión neoliberal de la prueba ontológica de la existencia de Diosý y de Pacheco.

Veamos. En Granada, tenemos el privilegio de contar con dos exponentes de excepción de este nuevo e irrefutable discurso metafísico llevado a la práctica del neoliberalismo apocalíptico, hoy reinante entre las clases forradas. A fin de cuentas, farfolla terminológica aparte, el argumento ontológico viene a decir lo siguiente: Dios existe, por lo tanto, Dios existe. Contra tan categórica y científica demostración, poco se puede aducir. Pero el corolario neoliberal del planteamiento tiene cada día más adeptos. Reza así: tengo razón, por lo tanto, tengo razón.

De todos los motivos invocados por José Pizarro para poner cepos a algunos coches del Parking San Agustín -¿por qué hemos abandonado el castizo Estacionamiento?- el que más llama la atención ha sido su afirmación de "la falta de conocimiento del jurista". O sea, el juez no entiende la Ley, pero él sí. Sobre todo si le va a costar dinero, justamente el dinero que reclama a los propietarios que no han pagado una cuota extraordinaria -fijada por él- para hacer los arreglos que exige la ley. La cosa está confusa, de modo que recomiendo a Su Señoría que escuche bien al experto Pizarro, por lo visto versado en Derecho como pocos.

El otro experto ad hoc es el malayo de Cartagena, Tomás Olivo, quien afirma que los informes técnicos sobre el estado de su auténtico carro de juggernaut en La Vega, encargados por el mismo Juzgado que le ha parado los pies (momentáneamente), no valen nada. ¿Adivinen quién se lo sabe todo? Correcto, nuestro profeta de la ontología neoliberal.

Pizarro y Olivo son dignos sucesores de esta actitud desafiante y tirar p'alante ante la Justicia que en su día instituyó Mario Conde. Todavía recuerdo cómo el vanidoso ex banquero espetó al juez: "Usted seguramente no comprenderá el concepto bancario de nosequé en vinagre, pero yo se lo voy a explicar". Y, tan pancho, se puso a explicárselo. La explicación, como sabemos, de poco le sirvió.

Lo único bueno que espero de esta etapa de vacas flacas, que nos toca cada día más de cerca, es que se acabe el momento de estos enterados que se han forrado con muy poco cogito y mucho morrito.

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