El final del bipartidismo y la multiplicación de partidos con alta representación, ha acentuado el afán exclusivista de determinadas causas en la derecha y en la izquierda. Pasaba antes de la aparición de Vox. Podemos e Izquierda Unida fueron a las elecciones andaluzas anticipando un cordón sanitario; acusaban a los socialistas de derechismo y prometían a su electorado que nunca entrarían en un gobierno con el PSOE. Adelante Andalucía pretendía ser la izquierda auténtica y levantaba un muro con su vecino ideológico. Por eso Teresa Rodríguez y Susana Díaz no han hecho ningún gesto de unidad frente a la alianza de las derechas.

El 25 de noviembre, en la manifestación malagueña contra la violencia de género, una participante le dio un mal golpe a una concejal del PP, irritada por la presencia allí del alcalde y acompañantes populares. Cierta izquierda pretende la exclusiva en la defensa de los derechos civiles de las mujeres, en nombre de un feminismo genuino. El miércoles, el PP ha repartido por primera vez en Granada, para la celebración de la toma de la ciudad, 4.000 banderas españolas. Aunque en 1492 faltaran tres siglos para la aparición de la roja y gualda, los tradicionalistas montaron un acto de afirmación nacional.

Unos y otros hacen ostentación de un pretendido purismo legítimo. Pero ni el patriotismo debería ser exclusivo de la derecha, ni la defensa de derechos civiles exclusiva de izquierda. La sociedad española tiene que superar este afán por los dominios excluyentes. Sin ir más lejos, el mensaje de fin de año de la presidenta de la Junta ha sido otra muestra de complejo de propiedad. Se ha criticado, con razón, que cada vez que el PP abandona el Gobierno de España lo hace como si le robaran algo que le perteneciese por derecho natural. Este es un caso parecido.

La nomenclatura socialista andaluza anda como un boxeador sonado, agarrada a la amenaza de Vox como tabla de salvación de su estatus de poder. Lo hacen Susana Díaz y unos dirigentes hasta ahora anónimos, que formaban parte de su ejecutiva invisible y de su gobierno invisible, en el que antes sólo ella era protagonista de todos los eventos, las fotos y las firmas, como receptora del culto a la personalidad más acusado de los cinco presidentes de la Junta en 36 años y medio.

Así, a trazo grueso, Díaz sostiene que todas las amenazas del averno se ciernen sobre Andalucía si el PSOE abandona San Telmo. Por ejemplo, la pérdida de las conquistas del 28-F, que es el talismán de nuestro progreso. No ha sido el ingreso de España en la UE, a un mercado de 500 millones de personas, a 100.000 millones de euros de fondos comunitarios, a una moneda única que abarató el dinero y facilitó exportaciones, a una clase empresarial escasa, pero pujante y diversificada. No. Todo se debe al 28-F, que es derecho de propiedad del PSOE andaluz. Tal debe ser su influjo, que Murcia, Galicia o el Algarve crecieron tanto o más que Andalucía. Otro complejo a superar.

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