Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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El Consejo se divierte

Nunca he visto una toma de posesión de ministros tan orgiástica, ¿qué tendrá el poder

Los ministros, ministras y ministres de Sánchez son persona dignas de compasión. Mi tita María sentía lástima por Alfonso XIII, al que había visto en su viaje de novios a Madrid. Del rey decía que era feo pero muy apuesto. En mi familia, bastaba con ser delgado, no tener chepa y andar erecto, para pasar por apuesto. Ella murió, no de enfermedad maligna, solo de la muerte, o sea, de vieja. Solía asustarnos con el anuncio de que no pasaría de mayo y que moriría el día 13, fiesta de la Virgen de Fátima. Finalmente, en 1967, falleció en esa fecha. La recuerdo leyendo el periódico y abriéndolo por las páginas de las esquelas mortuorias, atenazada por el miedo de ver que se iban muriendo los de su edad y, gozosa, al par, por sobrevivirlos. Me dijo que de joven leía el periódico para saber cómo iba la salud del rey. Los diarios de la época solían reproducir la nota sobre la salud real que publicaba puntualmente La Gazeta de Madrid (BOE, a partir del 36): “Su majestad y familia, se encuentran bien en su importante salud”, anunciaba el diario oficial. Parece, por la satisfacción con la que los ministros han tomado posesión de sus carteras que todos –y esto es importante– gozan de excelente salud. Al verlos tan contentos y exultantes, cabría pensar que la titánica tarea que les espera, les pone. Su exaltación, casi orgásmica –pensemos bien– no tiene por qué deberse solo a haber conseguido parcelas de poder en el Gobierno del escurridizo Sánchez, sino al placer inaudito de poder servir a los ciudadanos. Sin embargo, no le he oído a ninguno de ellos decir que acepta la pesada carga de trabajar en este Gobierno de titiriteros y equilibristas sin red, amenazados, a partir de hoy mismo, con darse el batacazo, por una inmarcesible vocación de servicio. Tan contentos y orgiásticos se les ve que parece –y esto solo lo sabe el que lo probó– que el poder es algo que produce más placer que unas rayas, un porro, un calimocho, un chupito de ron pálido de Motril o que un polvo. Pese a todo, sigo pensando que mi tita tenía razón: ¡cómo tiene que agobiar el peso de la purpura al rey!, y lo desgraciado que se sentiría el Consejo, incluido su presidente, si se dieran cuenta de que el poder los tendrá tan abducidos que no podrán disfrutar del material del que está hecha la vida: de tiempo.

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