La ciudad y los días
Carlos Colón
Yo vi nacer a B. B.
En uno de mis viajes insignificantes por el ciberespacio me adentré en una tierra inexplorada, habitada por unos seres que se nos parecen mucho: los turranovenses. Al bautizarla, me he sentido un poco como Colón cuando puso nombre –La Española, Santiago o San Salvador– a las tierras recién descubiertas. O un Ponce de León que dio nombre a La Florida. Esta terra incógnita no aparece en ningún mapa, pero es tan real como la Mágina de Muñoz Molina, el Macondo de García Márquez o la Yoknatapawpha de Faulkner (y en clase pobre, el Cenes de la Vega de este bloguero). La he bautizado Turranova. En ella habitan ciudadanos de toda condición. Los hay pobres, los hay ricos, los hay poderosos, los hay débiles. Huelga decir que los que afligen a más gente con sus turras son los turratenientes. Los propietarios de grandes medios de comunicación, los influencers, los políticos que con dinero público compran periódicos digitales, cadenas de televisión. Buleros, contrabuleros, fatuos ‘creadores de contenido’, los CEO de Facebook, de X, turraplanistas, etc. Muchos de estos turranovenses están infectados por el turravid-25, un virus de propagación rápida y de efectos fulminantes. No se conoce, por ahora, una vacuna eficaz para desturrar a los infectados. El término turraplanista describe a una persona que no solo sostiene ideas absurdas o seudocientíficas (como un terraplanista) sino que además es extremadamente pesada (‘da la turra’), intentando convencernos o hablándonos sin parar de un tema. Es, por tanto, un calco irónico: se mantiene la estructura de terraplanistas pero se sustituye la raíz terra- –(tierra) por turra–. En Turranova, como pueden comprobar, los habitantes, incluido este columnista, ya hemos sido dañados por el virus. (¡Córcholis!, la turra que les he dado con todo este galimatías). Pero no soy el turranovense más peligroso, mi influencia es ridícula. Nocivos: la Sexta, con sus catástrofes en bucle, Pedroche con su maternidad divinizada en un país con una tasa de natalidad muy baja, los chefs que esferifican todo lo que guisan, los políticos repitiendo constantemente que están a nuestro servicio, cuando lo que hacen es servirse de nosotros y de nuestros impuestos. Redactores de manuales de autoayuda, como Paolo Collejo. Imposible citarlos a todos. La lista colapsaría las bases de datos vectoriales de la IA.
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