¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Cuestión de tres

El cambio debe contar con Vox, que debe ser consciente de que sólo 12 escaños no dan para imponer sus tesis más duras

Tan viejo como Castilla: "Quien no llora no mama". Vox ha querido amargar el guateque de PP y Ciudadanos para recordar que sin sus votos no hay cambio en Andalucía, ni siquiera de aceite. Así es como hay que entender el puñetazo que el partido de Abascal ha dado en la mesa exigiendo a populares y naranjas la retirada de las políticas y leyes contra la violencia de género por considerarlas discriminatorias. Rifirrafes como este veremos muchos en los próximos años.

Los de Rivera son los que más incómodos se sienten con este menage a trois. No es nada personal, simplemente son los que más riesgos corren. Sólo ellos pescan votos en el centro izquierda y, por tanto, no les conviene una imagen excesivamente derechizada. Cada vez que un líder de Vox arremete contra el feminismo, muere un naranjito. Complicada cuestión, pero no se arreglará negando la realidad: Cs debe explicar bien a su electorado que, sin los chicarrones de Abascal, volvemos a tener al PSOE en la presidencia. Hay que elegir: o los brindis imperiales de Ortega Smith o el "compañeras y compañeros" de Carmen Calvo. Así es la vida, un lugar maravilloso y sucio del que ni los tontos salen impunes.

Vox, por su parte, sabe perfectamente que no puede boicotear el cambio. Si así fuese, conservaría su voto más fiel y exaltado, pero perdería el que lo ha elegido para manifestar su enfado y ansias de cambio, el que le ha dado los 12 escaños. Es decir, volvería a ser el partido marginal que era hace unos meses, un casinillo en el que los derechistas irredentos despotrican y se pimplan algún que otro coñac. En política, como en las granjas amish, hay que demostrar que se es útil.

Al que le está sentando bien esta dinámica de grupo es al PP. Se siente cómodo en su posición central, viendo como los derechistas duros de Vox se pelean con los progres blandengues de Cs. Tiene la sartén por el mango y hasta Juanma Moreno, que antes del 2-D era un zombi político al que le colocaban monigotes en la espalda, luce un palmito de Adenauer andaluz.

La política andaluza se ha convertido en una cuestión de tres, por mucho que PP y especialmente Cs finjan que son sólo ellos los que toman las decisiones. El cambio deberá contar con Vox no sólo por una cuestión aritmética, sino también por coherencia política: los electores han votado un giro a la derecha. Vox, por su parte, debe ser muy consciente de que 12 escaños no dan para imponer sus puntos más duros y conflictivos. Se votó cambio, ma non troppo.

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