Datos personales

Nunca ha habido tantas leyes para proteger a no se sabe quién, desde luego al individuo como persona no

Cada vez que me llega algún documento para que lo firme y me sienta cubierto de mis datos personales, me dan ganas de tirarme al suelo y partirme de risa durante media hora. El escrito, que no tengo paciencia de leer ni capacidad de entender, ni creo que muchos las tengan, salta a la vista que está concebido para proteger al infractor, al que te molesta e invade tu intimidad personal, no al avasallado y asediado. ¿Protegerme para qué, si mis datos personales y mis movimientos los tiene hasta el gato? Basta que salga de mi casa para que sepan dónde estoy, que llegue a una ciudad y me asedien con restaurantes tiendas o actividades próximas que saben son de mi gusto.

Nunca ha habido tantas leyes para proteger a no se sabe quién, desde luego al individuo como persona no. La sociedad se organiza y articula alrededor de la empresa. Usted y yo, como individuos no somos más que una pieza dentro del engranaje en el sistema, casi un mal necesario para que la maquinaria pueda sostenerse manteniendo la cadena de consumo o formando parte una estadística que retrotraiga los beneficios al sistema.

Comprendo que la señorita que te llama a la hora de comer para venderte un seguro está haciendo su trabajo, pero a quien considero un déspota es a su jefe, que imagino un ejecutivo mediocre y aburrido, entrenado para no valorar los sentimientos ajenos y convencido de que el mundo gira en sus manos. Ese modelo de ejecutivo tan aséptico y pragmático no dudo que tenga alma, pero bien educado que está para reprimirla y ocultarla como si estuviese carente de sentimientos.

En un pasaje de la novela de Boris Pasternak El doctor Zhivago, una de las acusaciones que se le comunican para su detención por los bolcheviques es escribir poesías intimistas y pretender llevar una vida privada. Ahora todo es más sutil. No te quitan el micrófono, pero te cortan el volumen, no te detienen por intentar ser diferente, pero te aíslan hasta el aburrimiento, no te sancionan por tener un espíritu crítico, al menos por ahora, pero te llevan al ostracismo. La libertad, es el bien más preciado, le dijo Don Quijote a Sancho, pero ya es cosa del pasado. Libertad para qué, dijo Lenin, y el tiempo parece haberle dado la razón. Estamos en manos de las multinacionales. Poco más podemos decidir que si ponerle aceite o mantequilla a nuestra tostada para desayunar o echarle al café azúcar o sacarina.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios