Claros del bosque

Democracia y bien común

¿Alguien piensa seriamente que hoy ejercemos de forma adecuada la ciudadanía?

Cualquier granadino sabe que "Padre Suárez" es el nombre de una plaza, una calle o un instituto de Granada, pero muy pocos conocen que Francisco Suárez es una de las figuras más importantes de la historia del pensamiento español. Sus Disputaciones Metafísicas se convirtieron en manual de referencia de las mejores universidades europeas y Sobre las leyes es un texto fundamental es la historia universal de la filosofía política y del derecho.

Esta última obra ha sido interpretada como un referente de la teoría democrática, cosa en principio sorprendente si tenemos en cuenta que Suárez fue un firme defensor de la monarquía absoluta. Pero si bien es cierto que en ella no encontraremos una apología de la democracia en su caracterización formal, no lo es menos que hay elementos que nos ayudarán a comprender el inminente peligro de una reducción formalista de la democracia en la actualidad.

En La nueva razón del mundo (2013), Laval y Dardot afirman que los "ciudadanos-consumidores ya no son llamados a juzgar las instituciones y las políticas de acuerdo con el punto de vista del interés de la comunidad política, sino en función tan solo de su interés personal. Lo que así resulta radicalmente transformado es la definición misma del sujeto político".

Es obligación del ciudadano asegurarse de que el gobierno sea justo, es decir, que actúe buscando el bien común. Pero, entonces, ¿alguien piensa seriamente que hoy ejercemos de forma adecuada la ciudadanía? ¿O que ésta es fomentada por nuestros gobiernos? ¿Gobiernan mirando al horizonte del bien común o son, en el mejor de los casos, sólo árbitros de la libre competencia? Y si resultara que la ciudadano y el bien común hubieran sido sustituidos en el escenario político por el consumidor y la libre competencia, ¿no sería la democracia demagógicamente degenerada la forma más terrible de tiranía? Tiranía global destructora no sólo de su propio pueblo, ahora ya ampliado a la especie humana en su totalidad, sino también de un planeta que, en su insaciable voracidad consumista, dejó de habitar.

Suárez no fue un defensor de la democracia como forma de gobierno, pero sí de la sustancia que la hace posible: el ejercicio responsable de la ciudadanía con miras al bien común. Por ello, cuatros siglos después de su publicación, Sobre las leyes es aún una obra de la que tenemos mucho que aprender.

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