'Dignitas'

Es terrible que en pleno siglo XXI algunos se empeñen en reivindicar un cargante siglo XV, otros un bárbaro '36

Somos indignos los que no creemos en Dios? ¿Son indignos los que creen en un dios diferente al dios de los católicos? Parece que sí a juzgar por las palabras del arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, en la homilía del día de la Hispanidad: "La dignidad no nos la da el Estado, nos la da Dios". En el momento en el que convierte en divino un concepto humano, está sesgando, haciendo a unos más dignos que a otros. Dignitas es la cualidad que define al digno, y tan digno es el creyente como el no creyente. Y, al contrario, ¿cuánto indigno católico a lo largo de la historia? En la misma homilía habló de seres tan indignos como los dictadores: "Los dictadores no crecen más que cuando el pueblo es dócil y se deja arrastrar por las mentiras, tenemos que pedir ser un pueblo que sabe lo que quiere, que no somos manipulables, no estamos en venta". Pero no está claro a qué mentiras se refiere ni a qué dictadores, pues los más recientes, Franco, Videla, Pinochet, eran católicos, apostólicos y romanos, y no creo que se refiera a los de izquierdas, teniendo en cuenta que se les presupone ateos, según su propio discurso, indignos a priori. ¿De dónde vienen las mentiras? ¿quiénes son los presuntos compradores del pueblo?

Habla el señor arzobispo de la beatificación de Isabel la Católica y anima a los fieles a pedirle milagros a quien no los hizo en vida. Señala de ella cualidades tan femeninas como la de madre y la de religiosa. La primera como "ejemplo de educación de sus hijos", pero no cuenta que la hija de la católica, más que loca salió anticlerical, tachada por la Iglesia de endemoniada, encerrada en una cámara "que no tiene luz ninguna" e incapacitada por su padre y su hijo para impedirle reinar; la segunda cualidad que resalta es que la reina prendió fuego al campamento de Santa Fe por estar orando, lo que suena más bien a despropósito. "Hay que dar gracias porque fuera la reina católica la que comenzó la gran aventura cristiana en nuestra tierra", concluye. La gran aventura de la expulsión de los moriscos, de la expulsión de los judíos, de la expulsión o muerte de cualquiera que fuese diferente; la gran aventura de la intolerancia, de la Inquisición y sus refinados métodos de tortura, de la instauración de la indignidad, en definitiva. Es terrible que en pleno siglo XXI, el siglo de la ciencia y la tecnología, algunos se empeñen en reivindicar un cargante siglo XV, otros un bárbaro '36. Es difícil avanzar tremolando pesados pendones. Un duelo a garrotazos enterrados hasta las rodillas.

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