Don Jesús y la nueva Abadía

Durante los años que vivió allí completamente solo, el abad siempre creyó que merecía la pena conservar las instalaciones

Un lector, agradecido de los mensajes que le daba a través de mis artículos, me dijo un día que se había dado cuenta de que conozco muy bien Granada. “No crea. Sólo llevo aquí 42 años”, le contesté. Cuando vine la primera vez a esta ciudad estaba cerca de los 20 años. Había empezado la carrera en Madrid y vine un fin de semana a ver a mis amigos del pueblo que estaban estudiando aquí. Al pasear por sus calles me acaparó esa típica tristeza que le entra a uno cuando piensa que ha llegado tarde a un sitio. Descubrí que la sensación física de estar en la ciudad de la Alhambra era muy parecida a eso que llaman plenitud de espíritu. Granada es tan inmensa que nunca llegas a conocerla bien. Por eso 42 años no son nada. Además, siempre hay una belleza que descubrir. Sentí esa plenitud de espíritu el otro día cuando subí a la Abadía del Sacromonte y ver cómo había quedado después de su restauración. Yo tuve en la década de los 80 del siglo pasado cierta amistad con el abad Jesús Roldán, que siempre me llamaba para contarme que habían robado otra vez en la Abadía. Era para que sacara la noticia en el periódico a ver si así las autoridades se concienciaban de que había que cuidar más aquel edificio. Vivía el hombre solo en aquellas inmensas instalaciones, por entonces dejadas de la mano de Dios. Allí casi todo eran ruinas. El titular que yo siempre tenía a mano era ese de “Nuevo robo en la Abadía del Sacromonte”. Un día le aconsejé al abad que se hiciera de un perro para que pudiera amedrentar a los ladrones, que circulaban por allí como Pedro por su casa. Cuando me llamó para anunciarme un nuevo robo, le pregunté si el perro no le había avisado. “Es que los ladrones también se lo han llevado”, me contestó totalmente desolado. Me acordé mucho de él el otro día durante mi recorrido por la Abadía. ¡Cuánto se hubiera alegrado al ver cómo han dejado los restauradores muchas de las estancias antes en ruinas! Pero desde 2006 don Jesús ya no está con nosotros. Estoy convencido de que la Abadía sigue en pie gracias a él, porque durante los doce años que vivió allí completamente solo, nunca dejó de creer que aquellas instalaciones merecían la pena conservarlas para el futuro. Ya está lista para durar 400 años más. Gracias don Jesús.

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