Dureza de corazón

El aborto está retratando a una sociedad cuya dureza de corazón hubiera escandalizado a fariseos y herodianos

Muy oportunamente, el evangelio del día en que esto escribo (Mc 3, 1-6) nos presenta a Jesús ante la tesitura de curar a un enfermo en sábado. Sabe que le acechan los celosos observantes del sabbat y les pregunta directamente: "¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir". Como no se atreven a decirle lo que piensan, Jesús, "echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón", sana al enfermo.

¿Es oportuno proponer medidas que pueden salvar vidas en grave riesgo, aunque puedan molestar a algunos y nos acerquemos a tiempos electorales? ¿Cuál sería el momento adecuado para sugerirlas? ¿El que indicare la ejecutiva federal del PSOE o un editorial de Público? ¿El que pareciera razonable a la patronal de la industria abortera? Se indignan los comentaristas de medios oficialmente católicos porque la tibia y moderadísima propuesta de Vox en Castilla y León -ofrecer a las madres en trance de aborto, si lo tienen a bien, oír el latido del corazón de las criaturas y ver una ecografía de sus hijos (el 40% de quienes lo hacen deciden no abortar)- nos distrae del apasionante asunto de la subida de los precios, pero lo más cierto es que la economía y sus avatares nos están apartando desde hace décadas de los temas verdaderamente importantes, como lo es la pavorosa crisis demográfica y que, en medio de ella, uno de cada cinco concebidos en España sea eliminado con métodos espeluznantes. Por no hablar del abandono criminal en que se encuentran las madres sin recursos que, pese a todo, deciden tener a sus hijos, solo atendidas por algunas asociaciones provida. Por cierto, paliar esa situación es lo principal de la batería de medidas propuestas por García-Gallardo, y de las que nadie habla.

Algunos exquisitos se sienten molestos por la levísima coacción que pudiera suponer proponer a la madre la posibilidad de oír el latido del corazón de su hijo, pero no parecen conmovidos por el cerco que se establece sobre tantas madres desamparadas a las que se les ofrece el aborto como única salida. Más aún, ante el acoso brutal que por parte del personal sanitario y de los servicios sociales sufren los padres que deciden tener hijos afectados por enfermedades graves o por síndrome de Down. Este debate está retratando a una sociedad cuya dureza de corazón hubiera escandalizado a fariseos y herodianos.

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