Jesús Arias

Edita Gruberova lleva la historia del lied al Palacio de Carlos V

La soprano eslovaca protagonizó la jornada inaugural del certamen con la interpretación de canciones de Mozart, Schubert, Dvoràk y Strauss en una actuación íntima y llena da calidad y sabiduría técnica

EL 'bel canto' le dio anoche el toque de elegancia a la inauguración del Festival Internacional de Música y Danza en su 58ª edición. No hubo grandes orquestas sinfónicas ni un montaje espectacular. Tan sólo la voz soberbia, elegante, cultísima, de la soprano eslovaca Edita Gruberova que, con el único acompañamiento de Freidrich Haider, y del clarinetista de la OCG Carlos Gil, hizo un repaso increíble sobre la historia de las canciones y los lieder desde Mozart a Strauss. Gruberova, una de las grandes especialistas en la interpretación de La flauta mágica, de Mozart, dio toda una lección de canto.

El arranque de anoche del festival parecía concordar con los tiempos de crisis que se viven en el mundo. Muchos eran los comentarios acerca de un concierto de soprano en solitario no parecía lo más adecuado para la inauguración de un festival de las características del de Granada. Pero la espectacularidad a veces no es sinónimo de calidad. Y calidad hubo anoche a raudales en la actuación de Edita Gruberova. A ello se unía, además, el aliciente de que ésta es la primera actuación que la soprano tiene en la ciudad.

Gruberova, cantante de ópera de altísimo nivel, quiso presentar en Granada un programa de lieder y canciones para mostrarle al mundo la evolución del género y cómo los diferentes compositores han hecho magia con él.

La actuación comenzó con seis canciones de Mozart, un compositor al que ningún estilo musical le venía grande o excesivo. La Gruberova arrancó la velada en el Palacio de Carlos V con Als Luise die Breife ihres ungetreuen Liebhabers verbrannte, una pieza en la que Mozart describía a una mujer que decide quemar las cartas de su amante. Se trata de una de las canciones más famosas del compositor de Salzburgo. Le siguió Das Veilchen, una obra en la que el músico tomó bajo sus alas un poema de Goethe. Luego llegaron las pequeñas arias en francés Oiseaux, si tous les ans y Dans un bois solitaire. Para terminar el apartado mozartiano, Edita Gruberova interpretó dos piezas de la época de influencia italiana: Ridente la calma y Un moto di gioia. La primera parte del programa se completó con siete obras de Schubert, el compositor que convirtió el lied en un género de primer orden.

En la segunda parte, la soprano de Bratislava se dedicó con ahínco y pasión a la interpretación de otros de los dos grandes autores en la historia de la música: Dvoràk y Richard Strauss. Las canciones de Dvoràk, englobadas en la obra Pisnè milostné, op.83 sirvieron para que Gruberova mostrase la belleza de su voz y su profundo conocimiento de las partituras del siglo XIX. La cantante exhibió un terrible poderío y un magisterio total. No es de extrañar que, entre el público, hubiera muchas estudiantes de canto de Granada que querían ver a una soprano de primer nivel actuando en vivo.

La parte final del concierto fue para uno de los grandes creadores de lieder de la historia: Richard Strauss. Pasión, fuerza, retos para la voz y constante emoción son algunas de las principales dotes de Strauss a la hora de escribir una partitura. Y Edita Gruberova supo entenderlo y leerlo desde la primera nota. Obras como Die Nacht, Allerseelen, In goldener Fülle o Zueignung hicieron vibrar al público, un público entre el que se notaba la presencia de muchos buenos aficionados y grandes entendidos en el bel canto y en la música en general.

Fue una jornada inaugural de cierta intimidad, de muy buen gusto y arte a raudales derramándose desde el escenario, desbordándose desde la garganta de Edita Gruberova y revoloteando por las paredes de Carlos V como un pájaro sonoro y ágil. Música muy ligera y canciones asequibles que irrumpieron en un Palacio lleno por completo.

Gruberova demostró el talento de las grandes pese a que la acústica del Palacio de Carlos V hacía a veces lejana su voz. Ello no era óbice, sin embargo, para que la música sonara a la perfección entre el público asistente. Fue toda una lección magistral de lo que es la historia del 'bel canto'.

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