En la enseñanza de las ciencias se suele distinguir entre ejercicios y problemas, los primeros se resuelven con algoritmos conocidos y de forma más o menos automática cuando se reconoce el tipo de cuestión que plantean. Los segundos son, valga la repetición, problemáticos. Un problema es una situación para la cual no tenemos solución disponible a mano; no es que no tenga solución, es que no sabemos cómo llegar a ella. Los estudiantes al inicio de una nueva materia, a menudo, hacen sinónimos ejercicios y problemas; aunque al avanzar en el conocimiento diferencian los ejercicios, identifican la cuestión y, lo que antes era un problema, comprenden que es un mero ejercicio. Hay malos estudiantes que nunca aprenden y todo para ellos es un problema o que confunden ejercicios y problemas. Dejemos la escuela y pasemos a la arena política.

Hay malos políticos que se han empeñado en creer que lo que era un verdadero problema, la solución no era evidente, lo han convertido en un ejercicio. Y claro el resultado ha sido un mayúsculo suspenso. Actuar con la creencia que para todo se podía aplicar el mismo o los mismos algoritmos, dejo el examen en blanco, es decir no hago nada, o aplico siempre la misma fórmula, por ejemplo esto me lo tienen que resolver los tribunales, ha conducido al fracaso de un político que iba muy sobrado pues había aprobado en otras materias y en muchas convocatorias. Quizás Mariano Rajoy pensaba que la política era un mero ejercicio de repetición de algoritmos y que todo se podía solucionar con las mismas fórmulas y estrategias. Puede que para los ejercicios de economía y las grandes cifras eso fuera válido, pero eso es mera gestión. Empero, hay verdaderos problemas políticos que requieren de búsquedas de soluciones políticas y esas soluciones no son evidentes, hay que buscarlas, en definitiva hay que hacer política.

Si alguien ha demostrado en los últimos tiempos capacidad política, fórmulas para conseguir lo casi imposible, ese se llama Pedro Sánchez. Pruebas hay: perder el poder en su partido y recuperarlo de nuevo o llegar a ser presidente con un mínimo de diputados. En un salto mortal sin red ha desdicho al mismísimo Aristóteles y puede que convierta a la política en el arte de lo imposible.

Cuenta con la ventaja, o desventaja según lo miren ustedes, de no tener que resolver ejercicios sino de buscar soluciones a los problemas. Los problemas pueden tener diferentes soluciones, esperemos que encuentra una buena y todos ganaremos con ello. Vale.

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