Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Elogio de la alteridad

Es cada vez más habitual encontrar medios que no actúan como observadores objetivos de la realidad

Cuenta Augusto Assía en una de las magistrales crónicas enviadas a La Vanguardia, cómo los periódicos ingleses publicaban el parte de guerra alemán junto al del gobierno británico. Y cómo, además, no dejaban nunca de reproducir las alegaciones del enemigo sobre cualquier acción de guerra, fuera una batalla, un bombardeo o el hundimiento de algún buque. Añade que lo más que hacían era anteponerle un titular irónico y cita como ejemplo este: "Goebbles hunde el Warspite por cuarta vez". A raíz de ello, reflexiona Assía sobre si es una cuestión de honradez o sólo una táctica y concluye que dado que a diferencia de otros países y circunstancias -es evidente que se dirige con cierta sorna a sus lectores españoles- no sólo no está prohibido escuchar radios enemigas, sino que casi se incita a oírlas, está claro que los ingleses son conscientes de que la libertad y la independencia de la prensa son uno de los pilares fundamentales sobre los que se asienta su sistema político. Obvia nombrar la democracia ya que la España en la que va a publicarse su crónica sigue alineada con la Alemania nazi y cuenta en su gobierno con germanófilos de la influencia de Serrano Suñer, ministro de Exteriores y cuñado de Franco. Tan poderoso que se le conoce como el Cuñadísimo.

La reflexión de Assía es extrapolable a cualquier momento y lugar. Cuando el ciudadano es consciente de que no se le oculta nada, los rumores y las sorpresas -que son la carcoma de la convivencia- no encuentran un caldo de cultivo apropiado. El terreno más propicio para la desinformación es el vacío producido por el desconocimiento de lo que hace, dice o piensa el enemigo, el adversario, el contrario o el diferente. Calzarse sus zapatos es conocerle y entenderle. Peor aún es cuando se presenta al otro como una caricatura grotesca que resulta falsa hasta para el menos perspicaz de los lectores. Ahí, además, se acaban generando simpatías a su favor.

Es triste comprobar cómo en España es cada vez más habitual encontrar medios, sobre todo entre los digitales, que actúan como portavoces de una opción política, más o menos difuminada, y no como observadores objetivos de la realidad. Más curioso es que cuando disponemos de más canales para informarnos que nunca y nadie nos prohíbe leer o escuchar los planteamientos de los demás, la mayoría de los ciudadanos se nutra casi exclusivamente de lo publicado por los medios que cree afines.

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