El lanzador de cuchillos

Enanos, barcos y maleteros

La del 78 no es una Constitución de nadie en particular, sino de todos los españoles sin excepción

Uno. El Gobierno de la Generalitat atribuye los horribles resultados del Informe PISA en Cataluña a una “sobrerrepresentación en las pruebas de los alumnos inmigrantes” que, como es sabido, son bastante más tontos que los descendientes directos de Wifredo el Velloso. Ya lo advirtió Sabino Arana, el primo de zumosol de Pere Aragonés, ese súperhombre que no alcanza a la mesa de negociación que le tiene montada a Pere Sanchis: “Hay que impedir la emigración de los enanos negros del sur”. O sea, tus abuelos y los míos. Estos payos –a los gitanos no los quieren ni en pintura de Doré– son los socios preferentes del gobierno más progresista, empático y solidario de la historia. El nazi, por supuesto, eres tú por manifestarte pacíficamente en contra de que la democracia que se trabajaron tus padres se arrodille ante unos individuos que se sienten superiores para que un narcisista peligroso pueda seguir disfrutando de los privilegios del poder.

Dos. El consejero de Acción Climática de la Generalitat ha apelado a la “solidaridad territorial” para que barcos de otras regiones de España lleven agua a Cataluña si la sequía persiste. Lo de “otras regiones de España” lo digo yo, no él. Los tiogilits que no quieren compartir contigo lo que ganan vendiendo porteros automáticos te piden ahora –te lo impondrán cuando llegue el momento– que les des parte de lo que no tienes. Son unos cachondos que te mean en la cara y pretenden que digas que, en realidad, llueve. Tres. Eso que adanistas, resentidos y aprovechateguis periféricos llaman despectivamente el Régimen del 78 tuvo el mérito de poner de acuerdo a franquistas, democristianos, liberales, socialdemócratas, comunistas y nacionalistas para que los españoles pudiéramos, de una santa vez, convivir en paz. La Transición fue un modelo –un modelo humano y, como tal, imperfecto–: demostramos al mundo que se puede pasar de una dictadura a una democracia ordenadamente, sin caer en el caos. Los padres constituyentes, admirable confluencia de personalidades, sin abandonar sus orígenes ni sus convicciones, en un ejercicio extraordinario de generosidad y con la conciencia clara del carácter trascendente de la tarea encomendada, alumbraron un texto para la historia porque la del 78 no es una Constitución de nadie en particular, sino de todos los españoles sin excepción. Repito: sin excepción. Y, por tanto, también es aplicable a aquellos españoles con flequillo que dan golpes de Estado de la señorita Pepis y luego huyen a Waterloo en el maletero de un coche.

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