Europeísmo para adultos

Macron ha elegido coger el toro por los cuernos para pregonar y explicar que se avecina un cambio de era

Son malos días para Europa, la asedian problemas por todos lados, pero consuela comprobar que, transcurridas casi dos semanas, aún perdura el eco del discurso, pronunciado el pasado día 24, por el presidente de la República Francesa. Emmanuel Macron andaba algo perdido, tras unas elecciones legislativas que disminuyeron su antiguo poder. Pero ha bastado la fuerza de un simple discurso para situar a este antiguo filósofo (no hay que olvidarlo) como un reverberante faro polémico ante la opinión pública europea; exceptuada la española, que no se ha prodigado en muchos comentarios al respecto. Mas, en el resto de la Unión Europea sus palabras han sido desmenuzadas, una a una, dado el peso de sus ideas, y, sobre todo, por el atrevimiento crítico y movilizador que las acompaña. Acostumbrados a los habituales paños calientes, sin autocrítica alguna, de las intervenciones de otros gobernantes, cabía esperar también un discurso repetitivo, en el que las malas noticias van acompañadas de un paliativo de buenos deseos cara al futuro. Pero no, para sorpresa de todos, ni siquiera ha querido entrar en el juego de justificar las actuales crisis aludiendo a cuestiones ajenas y exteriores. Macron ha elegido coger el toro por los cuernos para pregonar y explicar que se avecina un cambio de era. Así, de radical es su proclama. Hasta ahora, se ha vivido de manera despreocupada, alimentados por la seguridad proporcionada por el optimismo ilustrado que se inició en el siglo XVIII. Y que autores como Pinker justifican aún en nuestros días. Pero esa situación ha concluido, ha llegado el fin de la abundancia y con la natural grandilocuencia de la lengua francesa, Macron llama ya a sus ciudadanos a encarar una larga época de sacrificios. Puede que se trate de simple alarmismo táctico, consecuencia de la visión fatalista de un político-intelectual que confiesa de ese modo su inseguridad a la hora enfrentarse con las drásticas circunstancias que se acercan. Y ha buscado conmocionar y preparar a los franceses con este ejercicio de autocrítica y modestia, como diciéndoles: preparaos ya, como adultos, para lo peor, porque no tengo ninguna receta clara y sólida para salvaros. Pero lo más significativo ha sido que, ese bien construido discurso, ha desbordado las fronteras iniciales de la población a la que iba dirigido. Y no para ser acogido fuera como una bella pieza literaria, sino como un documento vivo y polémico que puede convertirse en acta fundacional de esa nueva era que, cuando menos en Europa, nos acecha.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios