Claros del bosque

Garzón y el bien común

Cuesta entender la feroz crítica del PP a las palabras de Garzón salvo que responda a presiones de un lobby

La polémica de Alberto Garzón se remonta al mes de julio, cuando hizo público un video (Menos carne, más vida), donde explicaba, a partir de informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la Agencia Española de Seguridad o Greenpeace, que España es el país de la UE donde más carne se consume por habitante y por qué su consumo excesivo constituye un perjuicio para la salud no sólo de las personas, sino del planeta. Garzón se refería al modelo de las macrogranjas y sus perjuicios ambientales: maltrato animal, altas emisiones de efecto invernadero, deforestación, contaminación del suelo y las aguas, etc. Además, aunque parezca paradójico, la agricultura intensiva potencia la despoblación rural, ya que generan poco empleo y perjudica a la ganadería intensiva.

En la entrevista de The Guardian sólo resumía algunos de estos argumentos, subrayando la obviedad de que la carne que procede de la ganadería intensiva es de "peor calidad" que la de la extensiva; y hacía una defensa del valor de la segunda en nuestro país: "Esta es una ganadería ecológicamente sostenible y que tiene mucho peso en determinadas regiones de España como puede ser Asturias, parte de Castilla y León, incluso de Andalucía o Extremadura". Por ello cuesta entender, más allá de las motivaciones puramente electoralistas, la feroz crítica del PP y los presidentes autonómicos socialistas, llamando incluso a un frente por "la defensa de los hombres y las mujeres del campo". A no ser que bajo esta proclama se encuentren las presiones del lobby de las macrogranjas, cuyos intereses están muy lejos de los del mundo rural.

La obligación de un responsable político es velar por el bien común. Una responsabilidad que consiste no sólo en acometer acciones desde buenas intenciones, sino también haciendo un cálculo de sus consecuencias. Desde este punto de vista, quizás se podría criticar a Garzón por no haber calculado los posibles efectos negativos de una mala interpretación de sus palabras para el sector ganadero de nuestro país; pero lo cierto es que puso en valor nuestra ganadería extensiva y criticó un modelo de escala global.

Quizás también la polémica sea resultado de una visión reductiva del bien común que, de forma suicida, ha convertido en el fin lo que sólo debería ser un medio: competitividad económica por encima de todo, incluidos el bienestar de la ciudadanía y la protección del planeta que posibilita nuestra existencia.

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