Gaza se desangra

En los hospitales de Gaza pronto no habrá ni combustible. Ya falta la luz, intervienen con la de los teléfonos móviles

Cuando un hombre permanece tirado en el suelo con el torso desnudo y éste aparece cubierto de agujeros por la metralla, no se sabe si es bueno o malo. No se sabe si ese hombre es israelí, palestino o de Hamas. Solo vemos el dolor. El mutilado permanece sobre el pavimento ya que en los hospitales de Gaza hay más personas heridas que la capacidad de atenderlas. Es difícil entender la organización en estos centros bajo los bombardeos donde se lava con vinagre a falta de algo tan esencial como es el jabón. Es en el suelo donde los médicos gazatíes atienden a todos los heridos puesto que ya no hay sitio ni en las camas, ni en las unidades de cuidados intensivos, o incluso pasillos donde yacen amontonados centenares de criaturas donde solo sienten que están bajo un techo, algo de cobijo como mínimo consuelo. Los hospitales están protegidos por el derecho internacional y por las leyes de la guerra, pero el enemigo les ataca implacable. En los hospitales de Gaza pronto ya no habrá ni combustible. Ya falta la luz, intervienen con la de los teléfonos móviles. Tampoco tienen material para atender todas las lesiones. No solo por metralla en el torso, sino por heridas internas en el hígado, en los intestinos, pulmones, caras, cabezas, piernas y brazos con huesos reventados a la espera imposible de ser operados. El relato de tantos males por parte de los doctores es infinito. Hombres de vocación que, desarmados de sus materiales, cuando en muchos casos no pueden aliviar ni intervenir, rezan para que la muerte le llegue rápido a estas víctimas. Cuando una mujer con hiyab se aferra rota en llanto a un pequeño bulto cubierto con una tela blanca es que está resistiéndose a asumir que su bebé ha sido asesinado. Esa mujer, tampoco se sabe si es buena o mala. Si es de Israel o Palestina o una esposa perteneciente a Hamas. Solo se sabe, por uno de los doctores, que la vio y que a al lado de esa mujer que acunaba a su bebe muerto había en una cama un bebé que lloraba en soledad. La criatura había perdido a toda su familia. La mujer que seguía en un interminable abrazo con su niña exánime depositó a ésta en el suelo para acoger a ese bebé desconocido y abandonado a quien le empezó a amamantar. Así es Gaza, un infierno. Donde los médicos reciben, en los hospitales de los que solo queda su nombre, a cientos de personas a quienes atienden sin importarles la religión o ideología, ya que mantienen intacto su deber que es el de salvar vidas .

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