Quousque tamdem

Luis Chacón

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Gracia, no justicia

Hoy se plantea el indulto como medida de gracia por mero interés político, no general, sino gubernamental

El indulto es una institución anacrónica. Solo una concepción predemocrática del estado puede sostener que el ejecutivo pueda, ad libitum, enmendar la plana a los tribunales y dejar sin efecto la pena que, de acuerdo a las leyes, se haya impuesto a quien cometió un delito. De Gracia y Justicia se llamó el ministerio correspondiente hasta la II República y desde que Felipe V creara las Secretarías de Despacho. La gracia la otorgaba el rey, que lo era, igualmente, por la Gracia de Dios. Y a la gracia la define el diccionario como ese don o favor que se hace sin merecimiento particular y como concesión gratuita.

Desde una concepción liberal del estado, el indulto quiebra la división de poderes como reliquia del absolutismo. En el debate sobre la Constitución de los EE.UU., Hamilton lo defendió en The Federalist Papers para reforzar el poder presidencial y el estado federal. Pero contó con la oposición de destacados líderes revolucionarios, como George Mason, uno de los tres delegados que se negaron a firmar el texto constitucional y que se opuso firmemente al poder presidencial de gracia porque "con frecuencia puede perdonar crímenes que él mismo advirtió". Algo que los votantes recordaron a Ford tras eximir a Nixon de todos los delitos que hubiera podido cometer. El triunfo de Carter tuvo mucho que ver con esa decisión tan arbitraria.

La solución racional y democrática para corregir los excesos en la aplicación de la norma penal, pasaría por la de un recurso especial de revisión para los casos concretos. Y si se tratara de acciones que la sociedad dejó de entender mayoritariamente como delictivos y en aplicación del principio de aplicación de la norma penal más favorable, el legislativo debería modificar la ley.

Pero si en justicia, es difícil entender una institución como el indulto, lo que resulta inadmisible es la amnistía. El indulto anula la pena. Pero la amnistía, que es lo que piden los independentistas y sus amigos, elimina el propio delito. Y no porque se cambie la norma para todos, sino porque se permite a algunos incumplirla sin consecuencias. Y nada habría más antidemocrático. En 1936, el Gobierno Azaña amnistió por ley a los que proclamaron el Estat Catalá dos años antes; hoy, por motivos y cuestiones similares, se plantea el indulto como medida de gracia por mero interés político, no general, sino gubernamental. Y tan indigno e inmoral fue aquel como lo será éste.

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