No sé si en la Unesco existirá una categoría como la que aparece en el título de esta columna, pero si no la hay, tal vez deberían crearla. Y deberían crearla urgentemente, con el propósito de otorgársela cuanto antes a Granada, ciudad que, sin duda, ha hecho mucho para merecerla.

En el Diccionario de la RAE encontramos diversas definiciones de la palabra "fantasma". Al menos dos de ellas podrían ajustarse a esta ciudad: "Fantasma: visión quimérica como la que se da en los sueños o en las figuraciones de la imaginación". O, también: "Fantasma: espantajo o persona disfrazada que sale por la noche para asustar a la gente".

El metro de Granada, por ejemplo, podría ser clasificado como "fantasma", aunque, en este caso, estaríamos ante un fantasma diurno. Se trata, lo saben sus habitantes, de un proyecto que comenzó en 2007 (¿dónde estábamos entonces?) y que ahora es una especie de espantajo disfrazado de metro, que asusta a la gente, moviéndose por la ciudad interrumpiendo el tráfico. El llamado metro (¡cuánta pretenciosidad!) circula completamente vacío (bueno, suponemos que no completamente, aunque muchos conductores lo han abandonado), sin posibilidad de recoger a ningún pasajero en su trayecto (si es que puede llamársele así a lo que hace).

En general, los medios de transporte granadinos entrarían en esta categoría fantasmal con nota destacada. Ahí está el tren, (visión quimérica de nuestra imaginación), que se convierte en autobús sistemática e insistentemente. O, también, el, o la (no está claro su género) LAC, otra visión quimérica de gran y suntuoso autobús, incapaz de llegar a ningún barrio de la ciudad. O el aeropuerto, esa tierna terminal de aviones, casi de juguete.

Tal vez la reunión del lunes del Consorcio del Centro Lorca ha confirmado la adscripción del Centro a esta categoría estrella de la ciudad. Aunque, quizás, el Centro Lorca pudiera inscribirse mejor dentro de lo que la RAE denomina "fantasmagoría": "Arte de representar figuras por medio de una ilusión óptica", o acaso mejor: "Ilusión de los sentidos o figuración vana de la inteligencia, desprovista de todo fundamento". El Centro Lorca, hermosa fantasmagoría, con su vacía y elegante cámara acorazada. El gran Centro Lorca sin Lorca.

Menos mal que ahí está, sonando, el Festival de Música y Danza. Como se sabe, en las ciudades-fantasma, los cantos y los bailes son muy útiles para espantar a los ídem.

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