La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Holmes y fantasmas para tardes de verano

Apócrifos de Holmes y relatos victorianos de fantasmas: placeres gustosos para el verano

En este largo y cálido domingo en el que la enfebrecida hermosura de la ciudad tanto se parece en su abandonada entrega a las odaliscas de El baño turco de Ingres, permítanme recomendarles dos recientes y gustosos libros que juegan en la modesta liga de la literatura popular: Archivos secretos de Sherlock Holmes (Funambulista) y La vieja señora Jones y otros cuentos de fantasmas (Reino de Redonda).

El primero reúne desvergonzadas copias de Holmes publicadas por entregas en Alemania entre 1907 y 1911 de forma anónima (lógico: Conan Doyle aún vivía y se aprovechó que entre 1903 y 1914 no escribió nuevas aventuras del detective). Su edición tiene una historia novelesca. El escritor, profesor y filólogo David Felipe Arranz las descubrió en los bouquinistes parisinos. Su posterior indagación le llevó a Alemania para acabar atribuyendo su autoría a los escritores populares Kurt Matull (1872-1945, autor de folletines, libretista de variedades, guionista cinematográfico y periodista) y Matthias Blank (1881-1928, autor de folletines detectivescos). Desde las modestas publicaciones españolas de los años 10 del pasado siglo por las editoriales barcelonesas Atlante y Povis no se habían reeditado en España. Arranz y Funambulista nos los devuelven. Con la promesa de nuevas entregas.

La vieja señora Jones y otros cuentos de fantasmas, cuya edición hay que agradecer al Reino de Redonda de Javier Marías, es una selección de los muchos cuentos que Charlotte Riddell publicó en revistas entre 1874 y 1899. Valgan como calas para hacer boca las primeras líneas de algunos de ellos: "Hace muchos años, en la esquina de una calle que salía de Upper Kennington Lane, se alzaba una casa grande de ladrillo rojo…"; "Hay gente que no cree en los fantasmas. Ya puestos, algunas personas no creen en nada. Hay personas que hasta aparentan incredulidad ante la puerta abierta de Ladlow Hall…"; "¿Que si lo vi con mis propios ojos? No, señor; lo que se dice verlo, no lo vi, como tampoco lo vio mi padre antes que yo, ni su padre antes que él…". Salvo algún cuento incluido en antologías, de la señora Riddell sólo se había publicado hasta ahora La casa deshabitada en Valdemar. Y esta inteligente, irónica y voluntariosa escritora y editora nacida en 1832 y fallecida en 1906 -sobrepasando la totalidad de la era victoriana- merecía esta edición. Placeres gustosos para tardes de verano.

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