
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Derrumbe
Mar adentro
LA globalización es no saber dónde empieza tu casa ni dónde termina. Por mucho que te empeñes y cierres las ventanas, el horror del mundo porfiadamente entra y se instala en tus habitaciones y no consigues que se vaya.
Llevas varios días recogiendo los vidrios del edificio del semanario humorístico Charlie Hebdo que han salpicado tu cuarto (París está aquí mismo, justo detrás de la puerta). Te has horrorizado junto a los franceses y has mirado viñetas y dibujos humorísticos sin entender qué pasó. Has visto después las casas virtuales de tus amigos (siempre abiertas en Facebook) llenas de símbolos solidarios: "Yo soy Charlie", decían muchos, fueran quienes fueran y vivieran donde vivieran (ya lo dije, nadie sabe hoy muy bien dónde empieza ni dónde termina su casa).
Has descubierto que los lápices, esos olvidados e inútiles instrumentos de la prehistoria, todavía existen y has advertido que hay personas muy raras que insisten en usarlos. (Te dices que aún hay cosas imposibles para un ordenador). Te preguntas cuánto daño puede hacer un lápiz. Y recuerdas aquel poema de Alfonsina Storni, Un lápiz, también casi de la prehistoria: "Por diez centavos lo compré en la esquina (…) / cuando a sacarle punta lo ponía / lo vi como un cañón pequeño y fuerte". Y al final: "lo eché en el bolso entre pañuelos, cartas, / resecas flores, tubos colorantes, / billetes, papeletas y turrones. / Iba hacia no sé dónde y con violencia / me alzó cualquier vehículo, y golpeando / iba mi bolso con su bomba adentro".
Y adviertes la fragilidad de quienes sólo usan armas verdaderas pero de mentira, bombas y cañones metafóricos, que pueden convivir alegremente con turrones y flores resecas, como en un bolso femenino. Lápices de otra época, que ya nadie recuerda. Y piensas que en la globalización hay muchos que no saben de símiles ni tampoco de metáforas. Y es que las humanidades y las letras no se han globalizado; son un objeto extraño, anacrónico, otra reminiscencia de la prehistoria que no hay que mezclar con los objetos postmodernos (la globalización no es un bolso femenino). Quizás hoy prohibirían los versos de Alfonsina Storni. Un cañón sólo puede ser un cañón. Nadie sabe leer poemas o viñetas. Nadie guarda ya un lápiz con punta en su bolso. Nadie sabe de símiles o metáforas. La globalización, después de todo, ya lo decía, es tener el mundo encima; no de manera metafórica, sino literal.
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