Leyes habilitantes

Comprendo que a la gente no le importe mucho todo lo relacionado con la sedición, la malversación o el Constitucional

La buena noticia es que llueve. La mala noticia es que el proceso de degradación institucional sigue su curso entre la indiferencia o incluso la aprobación silenciosa de la gente. Después de lo que pasó ayer con la supresión del delito de malversación, el asalto ininterrumpido a las instituciones para ponerlas al servicio del gobierno -y eso es chavismo, o trumpismo, o putinismo, o como queramos llamarlo- está cumpliéndose paso a paso. A partir de ahora, pregunto, si un "conseguidor" electoral se pone a pagar 20 euros de dinero público frente a un colegio electoral a cambio del voto para un partido, ¿ese hecho será considerado delito? Pregunto.

Nuestras bellas almas pretenderán que la cosa no es para tanto. Nanay. Lo que está sucediendo no tiene precedentes y es gravísimo. Pensemos en la supresión del delito de sedición. Si Pedro Castillo -el presidente peruano que dio un autogolpe de Estado hace dos días y ahora está en la cárcel- fuese un presidente del Gobierno español, lo más probable es que el Estado no tuviera mecanismos jurídicos para oponerse a lo que hizo. Ese hombre no usó la violencia ni provocó desórdenes tumultuarios. Simplemente anunció que disolvía el Congreso peruano y proclamaba el estado de excepción. Por suerte, Castillo acabó entre rejas. En España, es probable que ahora mismo no existan las leyes que puedan meter a alguien que haga esto en la cárcel.

Comprendo que a la gente no le importe mucho todo lo relacionado con la sedición, la malversación o el Tribunal Constitucional. Son temas difíciles de entender. Y además, lo que queremos es que nos suban la pensión y nos suban el sueldo, las vacaciones, la cervecita. Lo demás, ¿qué más da? Pero las democracias caen así, poquito a poco, sin que nadie se dé cuenta. La ley habilitante de Hitler de marzo de 1933, que le autorizaba a proclamar leyes al margen del Parlamento, también fue una de esas leyes que casi nadie se tomó en serio. ¡Cosas de leguleyos!, decían las almas bellas (muchas de las cuales tuvieron que salir por patas a los pocos meses). Hugo Chávez también aprobó sus leyes habilitantes y en dos años convirtió a Venezuela en una autocracia. Y aquí también nos están metiendo de tapadillo las leyes habilitantes, aunque nadie se preocupe demasiado. Claro que no. Lo único que nos importa es que al fin llueve, sí, llueve.

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