Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Libertad vigilada

Muchos hemos aprendido a mirar más a la ciudad que a la caja tonta que ahora vomita mal rollo y lucha

Nos dejaron salir por fin y aquello supo no ya a gloria sino a cielo y eternidad alcanzada. El arranque fue el sábado por la mañana y ya de madrugada podías ver a unos y otros vestidos para hacer deporte pero paseando y mirando al cielo. Cuando te privan de algo, lo añoras si era bueno. Y eso ha sucedido con ese simple poder girar la cabeza y ver todo el azul que tenemos por techo.

Los patitos del parque perdieron su quietud. Los deportistas no se detenían, aunque sí lo hacían parejas que paseaban, otra de esas maravillas que hemos redescubierto, el paseo, ese poder estirar las piernas sin tener que dar la vuelta en la cocina o al final del pasillo.

Los días extraños ya lo son menos. Ahora son días alterados, y cada vez menos. Muchos hemos aprendido a mirar más a la ciudad, y a nuestros paisanos, que a la caja tonta que ahora vomita mal rollo y lucha y conflicto entre posturas políticas, que ya se cruzan amenazas y que bien se ha visto que si no prospera el país, y tuvimos tantas legislaturas sin acuerdos, es porque estos que tenemos al frente del desastre no están formados más que para el figureo y el gesto chulesco. Parecen capuletos y montescos llenos de soberbia que ni con muertos encima de la mesa son capaces de llegar a algo lejanamente parecido a un diálogo honesto.

Son muchas las lecciones que nos deja el virus. Una de ellas, la sana desconfianza hacia los mandamases que debe hacerse mayor aún envueltos como están en sus laberintos. Todos, ojo. Aunque, eso sí, lo de meter cizaña en pleno gran desastre nacional es como para que se lo hagan mirar esos aspirantes a 'legionarios a morir' que braman por todo razonamiento.

La razonable desconfianza hacia el pueblo soberano celtibérico y su capacidad de civismo, en cuanto se encuentra con un par de amigos, estaba más que justificada. No. No somos suecos, ni alemanes ni siquiera portugueses. Somos la charanga hispana, la que se salta toda norma en cuanto los civiles giran la cara. Hemos mejorado, vaya que sí, cumpliendo a rajatabla confinamientos y normas, pero esto es la tierra de la picaresca y el salirse con la suya. Así que esperemos al repunte de dentro de unas semanas para comprender que es cosa de cada uno que esto avance y no liberemos del virus para pasar a lidiar con el hambre y sus muchas trampas.

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