¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Matar a Putin

El ministro de Asuntos Exteriores luxemburgués propone la "eliminación física" del mandatario ruso

Tanto está cambiando el mundo con la invasión de Ucrania que hasta los españoles nos hemos enterado de que Luxemburgo tiene un ministro de Asuntos Exteriores. Se llama Jean Asselborn y ha protagonizado una alocada polémica por su defensa del tiranicidio para acabar con la actual guerra del Este. El señor Asselborn -que hasta hace unos días sólo estaba pendiente de cómo blanquear la condición de paraíso fiscal de su pequeño y rico país- contempló en una entrevista la posibilidad de la "eliminación física" de Vladimir Putin. El clásico "muerto el perro se acabó la rabia". Más tarde intentó rectificar con un ingenuo y candoroso "se me ha escapado", como quien pide disculpas por una involuntaria ventosidad en un acto de alto copete. Pero ya no coló.

Sin embargo, las palabras de Asselborn deberían ser tenidas en cuenta. El tiranicidio es un viejo dilema de la moral política desde, al menos, la Grecia antigua, aunque fue un español, el jesuita, Juan de Mariana, el que le dio un mayor desarrollo y justificación como método para implantar el reino de Dios en la tierra. Otros como Jefferson o George Mason trataron la posible "eliminación física" -por decirlo a la manera del ministro luxemburgués- de los reyes tiranos, sentando así las bases teóricas de la guillotina.

Con o sin justificación filosófica, lo cierto es que el tiranicidio ha sido una constante histórica y literaria, desde César hasta Ceaucescu, desde Shakespeare hasta Forsyth. Legendarios son los intentos de la CIA de acabar con Fidel Castro, con planes tan estrafalarios como envenenar su traje de hombre rana, o la también frustrada Operación Valkiria con la que un sector de la Wehrmacht intentó liquidar a Hitler. El propio Stalin vivió insomne y obsesionado con la posibilidad de su asesinato y existe una amplia literatura sobre los proyectos de atentados contra Franco, algunos incluso protagonizados por falangistas. La foto de Mussolini colgado junto a la Petacci es el documento gráfico por excelencia sobre este asunto.

Pero volvamos a la cuestión que el indiscreto Asselborn ha planteado. ¿El asesinato de Putin solucionaría la crisis de Ucrania? Los que lo creen son los mismos que escriben titulares del tipo "Putin bombardea Kiev" -como si el mandatario estuviese al mando de una batería de primera línea- y olvidan que no suele haber tirano sin una amplia base social que lo permite y lo alienta. Muy probablemente el asesinato de Putin sólo llevaría a soliviantar aún más un nacionalismo ruso que, demostrado queda, está más que arraigado. Mucho nos tememos que en esta II Guerra Fría no habrá atajos.

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