Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Maximiliano

En Querétaro fueron fusilados Maximiliano de Habsburgo y el portero danés, hoy hace 32 años

Ami hija Andrea le aburre soberanamente el fútbol. No lo entiende, pone cara de abulia y hastío cada vez que su padre se pone a ver un partido. Muchas veces he pensado que esa aversión hacia el fútbol de mi hija fue un mecanismo de defensa cuando se hartó de escuchar que había nacido justo cinco años después de los cuatro goles que Butragueño le marcó a Dinamarca. El portero danés fue fusilado metafóricamente en la misma ciudad, Querétaro, donde las tropas de Porfirio Díaz fusilaron a Maximiliano de Habsburgo. En su fuero interno, mi hija pensará que utilizo como herramienta mnemotécnica los goles del Buitre para que no se me olvide su cumpleaños. Lo que sí recuerdo de aquel día, cuando la niña que hoy cumple 27 años era todavía una quimera, es que salí a la calle a celebrarlo, coincidí con Atín Aya en un barito de Triana donde conocí a la fotógrafa Gloria Rodríguez, que allí mismo en una servilleta de papel me apuntó el nombre de una novela de Roald Dahl, Mi tío Oswald, a la que debo algunas de las mejores horas como lector.

No conozco mejor arcano de vivencias que el fútbol. A mi mujer tampoco le hace mucha gracia que le recuerde que nació el mismo día, el mismo mes y el mismo año que Paul Gascoigne, el futbolista que decidió autodestruirse y que le dio a David Platt el pase de gol para batir a Preudhomme en el Inglaterra-Bélgica del Mundial de Italia 90. Un gol que me dibujó Diego Carrasco en la dedicatoria de su novela El tesoro japonés, de la que puedo decir lo mismo que de Mi tío Oswald.

Los Mundiales de Italia 90 y Estados Unidos 94 empezaron con goles solitarios, el de Oman Biyik con Camerún que derrotó a la Argentina que defendía su cetro de México 86 y el del alemán Jürgen Klinsmann a la Bolivia que entrenaba Xavier Azkargorta. En ambos casos coincidí con Antonio Muñoz Molina. En el primero, porque fui con Atín Aya y Pedro Tabernero a entrevistarlo en Granada; en el segundo, el escritor de Úbeda presidía el jurado de un premio de novela que ganó Juan Eslava Galán, que no sabe quiénes son Klinsmann, Gascoigne ni David Platt.

Mi hija no traga el fútbol. El día que Fernando Hierro fue nombrado seleccionador, le conté que un gol suyo al Barça la despertó, la soliviantó y la dejó en un llanto continuo la primera noche que mi mujer salió a cenar con unas amigas y me dejó solo con mi hija, tan pequeña, hoy pura generación del 27.

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