La llegada masiva de ciudadanos marroquíes y de otras nacionalidades a Ceuta cruzando la frontera entre España y Marruecos ha llenado y llena la actualidad informativa desde hace unos días. Muchas son las imágenes que formarán ya parte de la historia gráfica de la España de 2021 tras las jornadas vividas a causa de la reprochable actitud de las autoridades marroquíes.

Un país como Marruecos cuyas autoridades favorecen, impulsan y desarrollan una estrategia de confrontación con otro país como España (que a su vez forma parte de la Unión Europea), usando a la población y en especial a centenares de niños, es un país que está sembrando un futuro muy preocupante.

Esos centenares de menores marroquíes, cuyas familias en muchos casos desean que crucen la frontera en la esperanza de que puedan encontrar un futuro digno, expresan un enorme fracaso en Marruecos que puede pasar factura en el medio plazo. Una factura que no sólo pagarán las autoridades marroquíes sino también al otro lado de la frontera, en España y en el conjunto de la Unión Europea.

La situación creada con esa entrada masiva de personas a Ceuta durará más o menos pero quiero pensar que la crisis puntual acabará. Lo que no acabará es la situación de pobreza, miseria, falta de respeto a los derechos humanos y pésimas condiciones de vida al otro lado de nuestra frontera. Y las soluciones para cambiar esa situación no son fáciles porque hay bases políticas del conflicto que son muy complejas, como es el caso de la situación por el Sáhara. Pero ello no justifica mirar a otro lado y no trabajar seriamente en establecer una política diferente desde Europa hacia el Magreb. Reinventar la cooperación al desarrollo sobre las bases conceptuales de siempre. Creo que por ahí debe ir el trabajo.

Me quedo con el abrazo solidario a un inmigrante exhausto en la orilla del mar por parte de la voluntaria de Cruz Roja, la joven Luna, o con la imagen del miembro del Grupo de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil (Juan Francisco Valle), rescatando a un bebé de morir ahogado; y qué decir de la imagen del legionario Juan Gabriel Gallegos rescatando a un niño al que llevaba a hombros para evitar que se cayera desde la valla fronteriza. Imágenes que expresan el drama de la inmigración y la sensibilidad humanitaria de nuestra sociedad y nuestras instituciones.

Me quedo (para la reflexión) con el drama que hay detrás de las imágenes de centenares de menores que llegan a Ceuta expulsados de su país y de su vida familiar y que tienen ante sí un futuro incierto, difícil y preocupante. Al menos, abramos un debate de altura y pongamos las luces largas para anticipar medidas que eviten un futuro más negro que el presente.

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