Postales desde el filo

Mini-Me

El Partido Conservador ha elegido primer ministro del Reino Unido a Boris Johnson, clon del Maligno

El Partido Conservador ha elegido como primer ministro del Reino Unido a Boris Johnson, una especie de Mini-Me (Mini-yo en versión española) que es, como todo el mundo sabe, clon del Maligno. Aunque parezca otra cosa, me refiero a la saga de películas de Austin Powers. Realidad y ficción se confunden de nuevo. Conviene recordar cómo se llegó a este momento catastrófico del conservadurismo británico, mayoritariamente decidido a llevar a los súbditos de su majestad al borde del precipicio. Desde el ingreso de Reino Unido en la CEE, el Partido Tory ha estado sometido a la constante coacción de los euroescépticos. La derrota ante el UKIP en las elecciones europeas de 2014 agravó la crisis interna. Para hacer frente al grave conflicto de su partido, David Cameron decidió convocar un referéndum sobre la permanencia en la UE. Con las consecuencias de todos conocidas. Resumiendo: un partido ultranacionalista situado a su derecha, sin apenas representación en Westminster, provocó la perdida de la centralidad del Partido Conservador, causando una crisis política y una profunda división social de imprevisibles consecuencias para RU y el resto de Europa. Como advierte Felipe González, no hay que confundir la centralidad con el centro político. Aunque no hace falta ir a ningún sitio para encontrar ejemplos de los efectos devastadores de la renuncia a la moderación: CIU además de ser el partido central de la política catalana, fue también el apoyo parlamentario de los gobiernos de PSOE y PP, contribuyendo de esa forma durante décadas a la estabilidad política de España. Su decisión estratégica, en momentos dificultosos -pérdida del gobierno, tras treinta años en el poder, escándalos de corrupción, etc.-, de abandonar la centralidad para disputar a ERC el espacio independentista, desencadenó la mayor crisis política de nuestra democracia, cuyas caóticas consecuencia son también imprevisibles. El partido que contribuyó decisivamente a la estabilidad política en nuestro país, se transfiguró en uno de sus peores agentes desestabilizadores. Algo que, probablemente, siempre estuvo en su naturaleza aparentemente moderada.

Con tales antecedentes la situación política en nuestro país resulta aún más inexplicable: la polarización política, la perdida de la centralidad de los grandes partidos, la ausencia de moderación y el desprecio al diálogo y a la sensatez democrática sólo puede conducir a desastres como los mencionados.

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