Michel Foucault mostró cómo a partir de la modernidad el poder político se configuró progresivamente como gobierno de la vida con el fin de aumentar su productividad y cómo dicho gobierno se expresaba en nuestro tiempo a través del moldeamiento del sujeto como empresario de sí. El neoliberalismo, lejos de ser una ideología política que pretende salvaguardar al individuo del despotismo de la sociedad, supone la más perfecta sujeción e invasión de la vida humana por los modos de gestión empresarial. Nuestras vidas se convierten en nuestro capital y la libertad, plasmada en acciones y decisiones individuales, se define desde estrategias económicas.

Cuando consideramos el neoliberalismo desde este punto de vista, no lo entendemos como la ideología de la derecha, sino, más ampliamente, como el marco ideológico que define las normas del juego político: si en el horizonte de las sociedades del bienestar configuradas a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos occidentales, independientemente de su color político, se veían obligados a seguir las instrucciones socialdemócratas, desde finales de los años 70, estas instrucciones empezaron a configurarse según la lógica neoliberal, a la que a partir de ese momento se plegarán los gobiernos supuestamente socialdemócratas.

En la Lomloe encontramos una clara muestra de esta lógica: el gobierno no sólo no ha corregido la tendencia reductiva de la Ley Wert, sino que ha reforzado sus presupuestos neoliberales, traicionando, por cierto, su propia palabra (recordemos que en 2018 el Congreso aprobó por unanimidad una Proposición No de Ley a favor de incluir un ciclo completo de filosofía en la ESO y el bachillerato).

Con la nueva ley educativa, las humanidades, emblema de un proyecto educativo integral que tiene como objetivo la formación de la persona, quedan aún más reducidas en un programa educativo de corte instructivo, donde la filosofía y la reflexión ética son sustituidas por la Orientación Personal y Profesional y por la Economía y el Emprendimiento. El coaching, pensado en sus orígenes como entrenamiento para el liderazgo empresarial, constituye hoy el núcleo estratégico para el moldeado reductivo de la personalidad.

Todo parece indicar que también los supuestos gobiernos progresistas asumen la identificación de democracia y capitalismo, para la que el cultivo de la ciudadanía responsable se ha convertido en una rémora.

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