Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Neopuritanos

Se ha infiltrado entre algunos legisladores empeñados en sacar a la humanidad entera de nuestro error existencial

El puritano (-a, -e) guarda en su interior a un violento a punto siempre de apretar el gatillo. Así que cuidado con darle un arma por inocente que parezca.

Esta cerrazón a lo diverso que aqueja a algunos supone una estructura mental más que una tendencia moral o ideológica determinada. Es por tanto transversal como un virus. Pulula por todas partes infiltrados en ideologías, religiones o grupos de opinión y no son fáciles de detectar si el discurso es pretendidamente liberal o de la progresía.

Una de las claves para detectarlos es que se sulfuran enseguida con cualquier opinión divergente de la suya. Disentir de sus postulados les provoca una mezcla de perplejidad y enojo que resuelven en pocos segundos reiterando sus argumentos pero alzando aún más la voz si cabe y siendo aún más tajantes y agresivos.

Envejece mal el purista de sus creencias. Aferrado a ellas como el náufrago que se agarra al madero en el mar de la duda ha realizado enormes sacrificios para militar en esa coherencia extrema sobre la que ha levantado una soberbia mal disimulada que todos perciben. Traducida en superioridad moral sobre posturas más laxas o compasivas, la apretura física que conlleva una vida de ortodoxia enfermiza le ha provocado no pocas arrugas y un rictus de desprecio generalizado hacia ese mundo que vive por debajo de sus altas miras morales y espirituales.

Convivir con ellos puede convertirse en todo un aprendizaje del vicio mayor en el que nunca se debe incurrir. Me refiero al desprecio y la altanería que todo buen puritano (-a, -e) proyecta sobre los impíos y relajados.

De siempre se asoció con las religiones, pero con la caída en desuso de estas prácticas se ha infiltrado con entusiasmo entre, por ejemplo, algunos legisladores, empeñados en sacarnos a la humanidad entera de nuestro error existencial y hacernos libres hasta de ser libres que es en lo que parece que se empeñan cada vez más a la vista de ciertas leyes de la ortodoxia imperante.

Las modas puritanas regresan siempre. La historia es pendular en sus vaivenes. Unas veces son evidentes y otras camufladas. Y ante ellas nada como mantener la libertad de sentir, de pensar y de abrir la mente a lo diverso, sonreír (cosa de la cual el puritano siempre sospecha) y disfrutar a fondo la vida, con la libertad que da la rebeldía, esa que siempre y tanto les jode.

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