Palabras muertas

Con 'venerable' y 'anciano' desaparecieron las palabras 'dignidad', 'respeto', 'consideración', 'gratitud'...

Se pierden las palabras, se están perdiendo.... Desaparecen con una velocidad de vértigo. Como pompas de jabón las palabras se elevan, estallan y desaparecen. Las palabras muertas son entonces como esas estrellas que vemos brillar y murieron hace millones de años. Desapareció para siempre, por ejemplo, la palabra 'venerable', y con ella las palabras 'respeto' y 'culto'. Desapareció la palabra 'anciano', que la gran mayoría de las veces aparecía acompañada de 'venerable'. Porque a los ancianos se los veneraba. Los años vividos les habían dado la sabiduría que no llegan a alcanzar el resto de las edades, y entonces la sabiduría se veneraba como a los ancianos. El anciano, antianus, venía de un antes lejano, con una lejanía más remota de la que ya se le presupone a lo lejano, testigo del pasado, había acariciado con sus manos tersas de entonces la historia, y había sido artífice de su transformación, de la construcción de este presente que no venera al anciano, porque dejó escapar la palabra, y ya no es anciano, sino viejo, y lo viejo se arroja de la vida, se mira con desprecio, se esconde en un rincón oscuro y apartado, donde la vista no alcance. Porque lo viejo resulta feo, lo viejo está roto, lo viejo es antiestético, miramos a otro lado para que su vejez no moleste a los ojos que no saben, que no quieren saber, de lo viejo, y como las avestruces enterramos la cabeza, porque lo que no se ve no existe. El viejo es un ser lento en un tiempo que corre a demasiada velocidad para detenerse y explicar al viejo desconocedor del ahora, y entonces el viejo es tonto, y es torpe, y no tiene utilidad en la sociedad de lo inútil en la que no hay lugar para lo improductivo, para el incapaz de generar beneficios. El viejo estorba y sale caro al sistema. "Es insólito que hoy estemos aquí pidiendo vivir con dignidad", gritaba Mariano Turégano García de 82 años, un residente de una residencia de la Comunidad de Madrid. Un discurso que entrecortaba, de tanto en tanto, el nudo que le cerraba la garganta mientras narraba las terribles condiciones en las que viven. "¿Acaso no es un delito la omisión del deber de socorro?", gritaba enfurecido al pleno de un ayuntamiento y los concejales miraban hacia otro lado. "Nosotros no hemos nacido con ochenta años. Hemos trabajado mucho y ustedes lo deberían de saber porque hoy disfrutan de privilegios que peleamos no para nosotros, sino para ustedes. El tiempo pasa para todos. Esto es por nosotros, pero también por ustedes". Con 'venerable' y 'anciano' desaparecieron las palabras 'dignidad', 'respeto', 'consideración', 'gratitud'...

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