Eesta semana hemos conocido los resultados de un informe encargado por el Palacio de Congresos de Granada, para cuantificar el impacto de las cumbres europeas que acogió nuestra ciudad el pasado mes de octubre. Más de 500 millones de euros, con más de 29.000 millones de impactos totales en medios. Una cantidad brutal que solo puede ser comparada con el valor publicitario de acontecimientos punteros del calendario mundial.

Todo el mundo ha coincidido en que la organización de esa cita fue perfecta. Es cierto que las fotos de la Alhambra son las que llevaron la imagen de nuestra ciudad a todo el mundo, pero no lo es menos que el corazón de esas cumbres estuvo en el Palacio de Congresos, que fue el espacio que albergó las reuniones de los mandatarios y el fundamental centro internacional de prensa que dio servicio a casi 2500 periodistas, llegados de todos los rincones del planeta. ¿Saben una cosa? Todos se fueron encantados y créanme que solemos ser bastante ‘tocapelotas’.

Allá por 2020 se dibujaba un nuevo horizonte para el Palacio de Congresos que pasaba por un objetivo fundamental: convertirlo en un elemento de autoestima para la sociedad granadina, barajando incluso su apertura a la incorporación de nuevos socios, de manera que el accionariado resultante reflejara, lo más fielmente posible, la realidad del mundo empresarial y social de nuestra tierra.

Éxitos como este demuestran que ese camino es el correcto y que el Palacio es una infraestructura vital para esta ciudad, como lo demuestra la agenda de congresos que se han celebrado en sus salas en este mes de octubre. Se acertó en la filosofía y se acertó, y de qué forma, en la elección de la persona que debía ponerla en práctica. En estos cuatro años, Francisco Barranco ha demostrado ser un auténtico lujo para esta ciudad y un gestor de primerísima fila, capaz de hacer frente a las numerosas trabas administrativas con las que ha tenido que lidiar en el Palacio y a una pandemia que lo tuvo cerrado a cal y canto casi un año.

Ese indiscutible éxito no debe detenernos porque tan fundamental infraestructura precisa de inversiones urgentes, para normalizar una situación de abandono que parte casi desde su nacimiento y con las que poder hacer frente al ambicioso proyecto puesto sobre la mesa por su director, Paco Barranco y que pasarían por su adaptación a espacio operístico, museo inmersivo y aprovechamiento de la terraza y auditorio al aire libre.

Ójalá y todos los socios, empezando por la Junta, se pongan manos a la obra y podamos decir aquello de, ¡larga vida al Palacio!

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